domingo. 28.04.2024

Esto que veis aquí, tan sólo esto

Sobre el cauce del río Yangtsé suenan miles de campanas en las que la gente escribe sus deseos. Aquí todo es posible, incluso que un tigre salte de una orilla a otra y su hazaña quede para siempre grabada en la memoria de este lugar.
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Mil campanas suenan al borde del río Yangtsé. | FOTO: Mila Ojea

No me concibo de otro modo que no sea en constante movimiento. El viajero puede ser mesurado en todo menos aquello en lo que jamás hay que serlo: lo emocional. Ha de dejarse llevar por la curiosidad, el descubrimiento, atenazar lo volátil, soltar lo indómito. Se reúne con su yo interior en los parajes más agrestes y vírgenes, siempre se mira con otros ojos.

El Yangtsé es el río más largo de China y el tercero más largo del mundo. Desde su nacimiento en las frías mesetas tibetanas sigue un camino más o menos regular en dirección sudeste. Es en las cercanías de la ciudad de Lijiang cuando esa ruta que parecía destinarle a desembocar en el Océano Índico se ve súbitamente truncada por infranqueables macizos montañosos. El caudal se rebela y en su dirección norte se encuentra, unos kilómetros más adelante, con dos de las más formidables montañas de Yunnan cerrándole el paso: Haba Xue Shan y la del Dragón de Jade o Yulong Xue Shan.

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El río Yangtsé. | FOTO: Mila Ojea

Para superar este insalvable obstáculo el río -que en esta región toma el nombre de Jinsha Jiang- ha ido abriéndose paso entre las rocas y su amplio cauce, medianamente estable tras la primera curva, se convierte en unos rápidos que de pronto se van estrechando hasta reducirse a una veintena de metros de anchura durante unos 16 kilómetros.

Cuenta la leyenda que un tigre, escapando de un cazador, llegó al punto más estrecho del río y dio un salto prodigioso con el que consiguió pasar de una orilla a la otra y salvar así su vida. De ahí el nombre de este cañón: la Garganta del Salto del Tigre. Una de las hendiduras más profundas del mundo, con 3900 metros de altura en algunas zonas. Esta parte es, como el espíritu del viajero, innavegable e indómita.

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Un tigre de leyenda. | FOTO: Mila Ojea

Los Naxi, habitantes oriundos de estas tierras, han hecho un sendero a mitad de la ladera que permite desplazarse y disfrutar de la vista de sus cultivos en terrazas, pequeñas cascadas, cristales naturales y maravillosas vistas de los fértiles paisajes. Ellos lo utilizan cotidianamente pero no se recomienda su uso en la temporada de lluvias debido al peligro de derrumbes y deslizamientos.

Desde lo alto de la Garganta, el hecho de asomarse al abismo hace que uno sea consciente de lo que su altura entraña. Hace ahora un año, el 26 de septiembre de 2022, el alpinista Jim Morrison abrazó a su pareja, Hilaree Nelson, en la cima del Manaslu, en el Himalaya, a más de 8000 metros de altura. Eran dos personas curtidas y apasionadas en el montañismo, y habían recorrido el mundo buscando las emociones fuertes que da esta práctica. Ese día se abrazaron por última vez, sin saberlo. Unos minutos más tarde, Hilaree resbaló con sus esquís, perdió pie y provocó una pequeña avalancha. Una grieta en la vertiente sur de la montaña engulló su cuerpo junto con la nieve y las rocas.

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Mirador a orillas del río. | FOTO: Mila Ojea

Jim, testigo de lo ocurrido, se asomó a mirar la desaparición del cuerpo de su amada, y fue inmediatamente consciente de que era imposible descender para recuperarlo. Haciendo uso de toda la técnica y fuerza que tenía, bajó esquiando hasta el campamento base para pedir socorro. Sabía muy bien dónde buscar y lo comunicó a los helicópteros que acudieron al rescate. Las malas condiciones climatológicas supusieron otra dificultad añadida pero finalmente, dos días después de la desgracia, Jim – que siempre mantuvo la esperanza de encontrar viva a Hilaree- consiguió llegar hasta los restos semienterrados en la nieve de la que era su mujer.

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Miles de campanas suenan con el viento. | FOTO: Mila Ojea

Desde Katmandú, a donde fue trasladado el cuerpo inerte de Hilaree, Jim escribió esto: No existen palabras para describir mi amor por esta mujer, mi compañera de vida, mi amor, mi mejor amiga y mi cordada en la montaña. Ella ha sido el faro que ha iluminado mi vida día tras día. Recuerdo la foto que me impresionó, se ve a Jim bajando del helicóptero y sosteniendo en sus brazos una funda amarilla donde estaba lo que quedó de aquella persona que antes era piel, luz y vida. Su “cordada”, palabra que define el método que utilizan los montañeros de atarse unos a otros con una cuerda para mantener la seguridad, el símbolo del espíritu de aquellos primeros valientes que se adentraron en las cordilleras y glaciares inhóspitos.

Me encuentro en Katmandú con ella y su espíritu. Mi pérdida es indescriptible y estoy centrado en sus hijos y sus próximos pasos. Hilaree Nelson fue la persona más inspiradora en vida y ahora su energía guiará nuestras almas colectivas. Paz para todos nosotros, escribió Jim como despedida.

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Carritos para subir a los turistas. | FOTO: Mila Ojea

En los miradores del Yangtsé, salpicados por el descenso salvaje de sus aguas, es fácil imaginar lo rápido que camina la muerte. También en la parte superior, donde no alcanza la corriente. Hay personas que llevan a los turistas en unos carritos para que no sufran el esfuerzo de ascender tantos metros en poco tiempo. El dinero puede comprarlo todo, incluso a costa de la salud de los demás. Vi a uno de los hombres sangrando por la nariz, mareado, después de haber subido corriendo a grandes zancadas mientras portaba a una pareja, y sentí lástima.

Con los colores del arcoíris y una etiqueta de madera con la palabra “hola” escrita en tibetano, todas las campanas se agitan al unísono en el viento y envuelven la Garganta en música.

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Mensajes manuscritos. | FOTO: Mila Ojea

Al llegar allí, el sonido del agua es ensordecedor por la fuerza con la que salta. Sólo dulcifican esta sensación las miles de campanitas que la gente cuelga en las pasarelas habilitadas para disfrutar sin peligro de esta visión. Con los colores del arcoíris y una etiqueta de madera con la palabra “hola” escrita en tibetano, todas ellas se agitan al unísono en el viento y envuelven la Garganta en música. Yo me llevé la mía de recuerdo, porque una parte de mí ya había quedado allí prendida para siempre, en honor al día en el que llegué, por primera vez en mi vida, al mítico Tíbet.

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El tigre se asoma al cauce del río. | FOTO: Mila Ojea

Pensé en todas esas personas que se abrazan sin ser conscientes de que es la última vez, en las alturas y en las penumbras, en la vejez y en las prisiones, en los perdones y en los consentimientos. Jim pasó dos días buscando el cuerpo de Hilaree como un acto de amor supremo, para darle entierro, descanso y paz a su alma. Un asentamiento, una pertenencia de vuelta a la tierra. Y recordé aquello que escribió Ángel González sobre lo que todos -en el fondo- somos: yo no soy más que el resultado, el fruto, / lo que queda, podrido, entre los restos; / esto que veis aquí, / tan sólo esto: / un escombro tenaz, que se resiste / a su ruina, que lucha contra el viento, / que avanza por caminos que no llevan / a ningún sitio. El éxito / de todos los fracasos. La enloquecida / fuerza del desaliento...

Esto que veis aquí, tan sólo esto
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