lunes. 29.04.2024

Bienvenidos al hotel California

Desde este rincón de la localidad mexicana de Todos Santos se huele el almizcle salado y húmedo del océano Pacífico, tan lejos y tan cerca, más allá de la avenida. Suena de fondo una canción que todos conocemos y hay que dejarse llevar por los instintos...
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Interior del hotel California de Todos Santos. | FOTO: Mila Ojea

Hace mucho que perdí la cuenta –o quizás nunca la hice- de cuántas habitaciones de hotel he habitado. Los hay de todos los tipos: lujosos, variopintos, sencillos, ruidosos, mal situados, íntimos, con o sin piscina, en primera línea, con vistas a una pared o a una playa, vintage, minúsculos… Pero me gusta la vida de hotel, me gusta que todo esté diseñado para vivir allí unas horas y marcharte sin pesadumbre, silbando alguna canción, la mayoría de las veces olvidando el paisaje interior después de cerrar la puerta.

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Patio del hotel California. | FOTO: Mila Ojea

En 1976 el grupo estadounidense The Eagles compone su canción más famosa: “Hotel California”. Publicada en 1977 en su álbum homónimo, fue single en febrero de aquel año. La lírica de la canción ha originado diversidad de interpretaciones de fans y críticos, pero los Eagles la han denominado su descripción de la vida de alta sociedad en Los Ángeles. Don Henley, uno de los autores junto a Glenn Frey y Don Felder, por su parte, dijo que la canción es sobre un viaje de la inocencia a la experiencia.

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Detalles coloridos. | FOTO: Mila Ojea

“Hotel California” llegó a la cima en la lista Billboard de éxitos durante una semana en mayo de 1977. En la portada del disco aparecía una fotografía del Beverly Hills Hotel, el mítico “palacio rosa” californiano, donde se han alojado cientos de estrellas del cine y la música y se han rodado muchas películas que permanecen en nuestra memoria cinéfila. La canción resulta un emblema de la generación estadounidense post guerra de Vietnam.

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Acera de entrada. | FOTO: Mila Ojea

Tres meses después de su lanzamiento, el sencillo fue certificado de Oro por la RJAA en reconocimiento a las ventas de un millón de discos –con el tiempo alcanzó los dieciséis millones-. The Eagles también ganó un Grammy al mejor disco del año en 1978. En el listado de las 500 mejores canciones de todos los tiempos, según la revista Rolling Stone, se ubica en el cuadragésimo noveno puesto. Está también en el Salón de la Fama del Rock como una de las 500 canciones que formaron el Rock and Roll.

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Rincones donde tomar una copa. | FOTO: Mila Ojea

El Hotel California de la población de Todos Santos fue fundado en 1948 por un inmigrante chino que se nacionalizó mexicano en Guadalajara llamado señor Wong. Después de tres meses de construcción, se inauguró en febrero de 1950 y poseía 16 habitaciones. En él vivía el señor Wong con su esposa y sus siete hijas. Tratando de que los habitantes del pueblo creyeran que era verdaderamente mexicano, tuvo la ocurrencia de cambiar su nombre por Don Antonio Tabasco. No se sabe qué pudo fallar en tan elaborado plan, pero los habitantes lo apodaron desde entonces como “El chino”, dando al traste con sus pretensiones.

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Rótulo de la fachada. | FOTO: Mila Ojea

En la década de 1950, “El chino” trajo hielo desde la ciudad de La Paz, a 350 kilómetros, a Todos Santos por primera vez en la historia, logrando que el restaurante del Hotel California y su bar fueran el único lugar que servía cerveza fría en el pueblo. Más tarde abrió una tienda de abarrotes llamada “La Popular” y poco después la primera gasolinera en el edificio contiguo al hotel. Su fama de emprendedor le hizo ganarse el respeto de todo el pueblo, pese a no considerarle –por extraño que parezca- mexicano.

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Interior del hotel. | FOTO: Mila Ojea

Entre los años 80 y 90, el hotel quedó muy descuidado, hasta que en 2001 lo compraron los canadienses John y Debbie Stewart y lo renovaron por completo, ganando incluso premios por su diseño. Combina líneas modernas con las señas de la arquitectura colonial mexicana. Añadieron el restaurante La Coronela y el bar con una barra de tequila hecha de plata chapeada. La zona de la gasolinera contigua se convirtió en la tienda El Emporio, galería y bazar del hotel boutique. En palabras de su difunto dueño, John Stewart, este lugar es ahora una pequeña joya en medio del desierto.

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Letrero del bar. | FOTO: Mila Ojea

A pesar de que los actuales propietarios del hotel no tienen ninguna vinculación con The Eagles, muchos visitantes llegan por la carretera costera 19 atraídos por las coincidencias entre la letra del popular tema y la arquitectura del hotel y sus alrededores. Ellos siempre han dicho que su alojamiento no tiene relación con la canción, pero mientras tanto, su mitificación en la mente del viajero y el romanticismo de la idea, les proporciona unos pingües beneficios. Tienen incluso una marca propia de tequila.

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Puerta a la zona de habitaciones. | FOTO: Mila Ojea

Muchas otras leyendas no han sido corroboradas pero siguen fascinando al público. Uno de los mitos se refiere a que The Eagles fueron dueños del hotel, algo jamás demostrado. También se cuenta que hay espíritus en el patio y en las once suites que alberga en la actualidad el recinto. En la cantina se aparece la figura fantasmal de Mercedes, una mujer que invitaba a beber a los parroquianos en el bar.

Personalmente me pareció que la visita, más allá de mitos y notas musicales, bien vale la pena. Es un lugar con verdadero encanto y abraza al visitante con una calidez pocas veces valorada. Sus colores, los detalles de la decoración, el carismático entorno, el viento del desierto acunando las palmeras, ese sabor mexicano puro y ardiente, están en sus paredes. Sólo hay que dejarse enamorar y es muy fácil.

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Los mariachis del patio. | FOTO: Mila Ojea

La zona del patio contiene una fuente y un escenario en el que la música en directo ameniza la visita de los que simplemente queremos sentarnos a la sombra con un margarita en la mano tras un día de caminata con muchos kilómetros a la espalda. En lo alto del muro, las figuras de cuatro mariachis se iluminan con el último rayo de sol que se licúa en el desierto. Dicen que la vida sólo pasa a ratos: este es un buen lugar para comprobarlo.

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Barra del bar. | FOTO: Mila Ojea

El bar es sencillamente espectacular en su colorido y disposición de muebles antiguos. El trajín de camareros preparando las mesas no molesta en absoluto para sentarse en algún sofá a leer o dejarse cautivar por el ambiente bohemio. Cada detalle está pensado con elegancia y todo ocupa el lugar que debe ocupar. En la parte trasera del hotel está la Misión del Pilar y se oye perfectamente el sonido de las campanas al vuelo.

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Último rayo de sol sobre el patio. | FOTO: Mila Ojea

La parte de las habitaciones y piscina no está abierta al público para preservar la intimidad de los que allí se alojan. Así uno puede relajarse e inspirarse a salvo de las miradas ajenas. Aquí se viene a vivir en la sensualidad de la apetencia, todo es tan breve. Es el rincón para entregarse al placer, para mecerse en los minutos que no pasan, para observar las ondas del agua en un bucle infinito.

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La recepción. | FOTO: Mila Ojea

Desde la recepción puede verse una zona ajardinada llena de luz y contrastes. Tras la mesa donde atienden las reservas hay un cuadro de una mujer que parece Frida Kahlo observando cada movimiento espectral de aquellos que pasan por este salón. Incluso desde aquí se huele el almizcle salado y húmedo del océano Pacífico, tan lejos y tan cerca, más allá de la avenida.

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Lugares para ser feliz. | FOTO: Mila Ojea

En 1990 el grupo francés Gipsy Kings lanzó una versión de “Hotel California” que mezcla castellano con otros idiomas ininteligibles y a mí me gusta más que la original. Ese modo de rasgar las cuerdas de la guitarra, la lentitud con la que empieza y va creciendo el sonido y esa voz rota que la interpreta me cautiva. Es ideal para ponerla a todo volumen en un descapotable rojo –sí, tiene que ser rojo, como la furia de México-, pisar el acelerador y recorrer la carretera del desierto con la puesta de sol de fondo sobre una planicie de cactus…

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Los colores de México. | FOTO: Mila Ojea

Poco importa que The Eagles nunca hayan estado aquí ni las leyendas que rodean a este hotel. Al pasear por su místico interior uno no puede evitar tararear esa canción que es imposible arrancar de la cabeza y que comienza así: on a dark desert highway, cool wind in my hair… Bienvenidos al hotel California, donde todos los sueños –dicen- pueden hacerse realidad. Wellcome to the hotel California…

Bienvenidos al hotel California
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