Xoves. 28.03.2024

Sobre lo invisible

La ciudad montenegrina de Budva acoge pequeños mundos dentro de sus calles: la parte antigua y la nueva, la playa privada y la playa pública, la montaña y el mar. La estatua de una bailarina, que personifica las leyendas de amor entre mujeres y marineros, vigila la ciudadela que flota sobre las aguas.
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Statua Ballerina, uno de los símbolos de la ciudad de Budva. | FOTO: Mila Ojea

Como cualquier ser humano, también yo soy un mar de contradicciones. De eso se alimenta el viajero. Siempre hay que buscar más allá y dejarse llevar, no pretender controlar todo en todo momento sino mantener la esperanza de la sorpresa. Porque es cuando más se aprende al ponernos a prueba a nosotros  mismos. Hay que empezar por el final y terminar por el comienzo. En algún punto intermedio nos encontraremos.

El chef italiano Massimo Bottura, experto en mezclar el arte contemporáneo y la cocina de vanguardia, decía que la pregunta abre nuevos caminos. Imaginar preguntas es la forma en que hacemos visible lo invisible. Para la mayoría de las personas todo es invisible porque se pierden en su vida cotidiana. Y la vida cotidiana es lo más difícil de manejar, porque es muy fácil conformarse. Te sientes seguro, protegido. Pero una vez que te haces una pregunta, comienza un viaje en el que ves lo que te rodea, pero de otro modo, con una nueva luz. Se trata de saberlo todo y luego olvidarlo.

344Imagen religiosa en un muro. | FOTO: Mila Ojea

Les propongo salir de esa zona de confort que es su vida cotidiana e ir en busca de lo invisible. Gran reto. Y para ello les llevo a un lugar que no he conseguido olvidar aún: la ciudad de Budva, en Montenegro. Aquí, en esta onírica península balcánica, fui inmune a la amnesia…

Sentada a orillas del mar Adriático, sus murallas de piedra fueron construidas por los venecianos para proteger las estrechas calles de Stari Grad, la zona medieval de la ciudad. En apenas 4 kilómetros cuadrados acoge una ciudadela magnífica, playas escondidas y el encanto de la nostalgia por tiempos mejores. No importa que por las noches la música suene a todo volumen en sus locales. Esta localidad aún permanece en la vieja zona de los sueños.

345Callejuelas y restaurantes en la Ciudadela. | FOTO: Mila Ojea

No entraba en mis planes llegar hasta aquí, pero la casualidad, un temporal de lluvia y frío y un autobús de última hora nos desembarcaron a J. y a mí en este recodo de costa salvada del viento. Data del siglo V antes de Cristo y la protegen las montañas, que han visto crecer su parte más turística mientras la calma perdura en su zona amurallada. Dos mundos en uno.

En el Stari Grad la premisa es perderse por los callejones llenos de restaurantes, pequeños cafés y coquetas tiendas de artesanía. Todo fue reconstruido tras los terremotos de 1979 y se mantuvo la Ciudadela, que espera al viajero para ofrecerle las mejores vistas, museos y bibliotecas. Es un hervidero de vida en verano y un tranquilo lugar para pasear en temporada baja, cuando se ha marchado todo el turismo ruso.

346Pintando frente al puerto. | FOTO: Mila Ojea

En un pequeño puerto descansan las barcas de los pescadores autóctonos. En la orilla se puede ver siempre algún pintor retratando el horizonte de tejados y torres mientras las olas le lamen los pies suavemente. Detrás, en el paseo marítimo, llamado Slovenska Obala, multitud de restaurantes ofertan en sus terrazas el pescado y marisco recién llegado. Aquí nos comimos J. y yo un arroz negro insuperable y tengo una foto donde J. sonríe satisfecho y ocioso y por todo eso y mucho más sé que fuimos felices aquella tarde.

347La playa de Bečići​. | FOTO: Mila Ojea

Budva tiene dos playas principales. Una privada o de pago, Bečići, con zona delimitada para baño y ordenadas sombrillas donde hermosos cuerpos se broncean al sol mientras los camareros sirven exóticos cócteles a pie de hamaca. La gente se queja porque aquí no hay arena sino guijarros pero el obstáculo ha sido salvado con bonitas pasarelas de madera.

No importa que por las noches la música suene a todo volumen en sus locales. Esta localidad aún permanece en la vieja zona de los sueños.

348La playa pública de Mogren. | FOTO: Mila Ojea

Siguiendo un sendero al pie de las rocas, bordeando la montaña, se llega a otra playa pública, Mogren, colorida y desordenada pero más alegre sin duda. Aquí las familias se agolpan con sus transistores vociferando los últimos éxitos del verano y comen bocadillos y helados sentados en sus toallas. No se amilanen por la imagen que les estoy dando: sus aguas de color turquesa son un reclamo ineludible en los días en que el sol aprieta…

349Detalle de aceite en un restaurante del puerto. | FOTO: Mila Ojea

En ese camino que une ambas playas podemos ver una preciosa escultura de una bailarina, la Statua Ballerina, con la ciudadela de fondo como si flotara sobre el mar. Esa figura de metal en grácil pirueta me pareció una magnífica postal en medio de los pequeños mundos que forman esta ciudad: la parte antigua y la nueva, la playa de pago y la playa gratis, la montaña y el mar. La bailarina fue hecha por el escultor Gradimir Alesis inspirado por las leyendas de amor entre las mujeres de Budva y los marineros. En ocasiones los hombres no regresaban del mar y ellas les esperaban sentadas en las rocas mirando las olas.

350Rincones con encanto. | FOTO: Mila Ojea

Pero volvamos a la Ciudadela. Acoge tres museos importantes: el Museo Etnográfico, en un palacio del siglo XIX, es una exposición de objetos que muestra la historia de la ciudad hasta el siglo XX; el Museo Marítimo que es más bien una biblioteca e incluye mapas y modelos a escala de barcos; y la Galería Moderna que cuenta con un buen número de dibujos, acuarelas y grabados de expresionistas contemporáneos. Decía a propósito de todo esto el chef Bottura que puedes manejar el futuro con cultura. Si tienes una base cultural, tienes una visión para proyectar algo en el futuro. Si no tienes cultura, sólo tratas de proteger ese mundo nostálgico en el que vives. Pero Budva es, también, un hermoso paseo por la nostalgia. Y no debemos sentirnos culpables por ello.

351Soledad en las iglesias de la zona antigua. | FOTO: Mila Ojea

Paseando tranquilamente por este laberinto de calles antiguas, llegamos a la plaza de Trg Između Crkava, con la iglesia de Sant´Ivan levantada sobre los restos de una antigua construcción del siglo VII. Considerada una de las más antiguas, su aspecto actual es del siglo XV aunque su elevado campanario neogótico se añadió en 1867. En su interior se conservan frescos e iconos obra de pintores venecianos. Una capilla lateral alberga la Virgen de Budva, a la cual se le atribuyen propiedades milagrosas, y es venerada tanto por católicos como ortodoxos.

Hay otras dos iglesias, la Santísima Trinidad, ortodoxa, de 1804, con la tumba del escritor Stjepan Mitrov Ljubisa y hecha de piedra rosa y color miel, y la iglesia de Santa María in punta, edificada por los benedictinos en el siglo IX. Todo rodeado por un dulce e intenso aroma a pinos y mar y verano infinito.

352Vista de la Ciudadela desde el mar. | FOTO: Mila Ojea

De los montenegrinos puedo decir que aprecié su gusto por la vida, ese carácter mediterráneo que nos une. Vuelvo a coincidir con Massimo Bottura cuando dice que tienes que tener las raíces profundamente hundidas en el suelo, y luego tienes que llevar las ramas más altas a elevarse lo máximo posible y arder. Todos tenemos este fuego dentro de una pregunta difícil. Una vez que controlas el fuego que tienes dentro, tu mente te va hablando de una manera que nadie más que tú puede manejar. Y tienes que encontrar lo que te guíe hacia la respuesta y que sea algo que te obsesione. Para mí es el arte y es como un paisaje de ideas.

Aquí les he dejado unas cuantas para alguno de esos días en que necesiten escapar de su cotidianeidad y empezar de nuevo. Volver a ser. Reencontrarse. Dejar de conformarse. Hacer visible lo invisible.

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