miércoles. 24.04.2024

...y un descapotable azul

Italia lo tiene todo y, como muestra, un botón: la preciosa ciudad siciliana de Caltagirone. Una amalgama de arte, tradición, colorido, palacios ocultos, talleres de cerámica, amigos, sorpresas, murales y terrazas. Y fútbol, claro. Siempre fútbol.
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Scala di Santa Maria del Monte, el punto más neurálgico de la bella ciudad de Caltagirone. | FOTO: Mila Ojea

He perdido la cuenta de las veces que he viajado a Italia y sé que tarde o temprano volveré otra vez. Siempre, siempre hay que volver a la vieja Italia. La he recorrido a trocitos, con buenos amigos, en tren, en coche, en avión, feliz, melancólica, abierta a todas las experiencias y el buen sabor de boca que deja esta tierra cálida y abrumadoramente bella. Me queda un sueño por cumplir en este país y es recorrerlo conduciendo un descapotable. Sí, ya ven. Pero no un descapotable cualquiera, ojo, tiene que ser azul. Y no cualquier azul, sino azul cielo y esto es muy importante. Será mi íntimo y sentido homenaje a mi personaje femenino favorito de la historia del cine: la Thelma Yvonne Dickinson de Thelma y Louise y su mítico Thunderbird. Nada más y nada menos.

419Escalones con la cerámica típica de Caltagirone. | FOTO: Mila Ojea

Les cuento esta tontería porque vuelvo a la Italia mía, concretamente a la isla de Sicilia y a un pueblo, Caltagirone, cuyo encanto es un secreto a voces. Lo llaman “la ciudad de la cerámica” y se aposenta en una magnífica colina en el valle de Noto. Forma parte del conjunto de ciudades barrocas declaradas Patrimonio de la Humanidad en 2002 y les aseguro que callejear por esta maravilla de población  es uno de los mayores placeres que se pueden disfrutar en esta isla.

420Mural en una calle. | FOTO: I. A.

Su casco histórico fue reconstruido tras sufrir un terremoto en enero de 1963. Su calle principal, via Roma, atesora el teatro Politeama, el museo de la Cerámica, el Kiosko de la Música y un precioso jardín, el Giardino Pubblico. Además, en un país sumamente religioso como Italia, cuenta con varias iglesias de las que destacan San Francesco d´Assisi y Santa Maria del Monte. El entramado de calles medievales esconde murales y graffitis en los rincones más insospechados. Mis favoritos son los que representan los maceteros testa di moro, con forma de cabeza.

421Graffitis representando las testa di moro. | FOTO: Mila Ojea

Todos los museos son gratuitos –el MACC, de arte, o el Museo Civico al Carcere Borbonico- excepto el Regional de la Cerámica, que es la joya de la corona. No en vano, aquí todo gira en torno a este arte elevado a la máxima potencia. Hay tiendas y talleres de cerámica por todas partes y ese elemento se ha convertido en el alma de esta ciudad depositada mansamente en el tiempo que ve atardecer un día tras otro desde el lomo de su colina.

El punto más famoso es la Scala di Santa Maria del Monte. Se trata de 142 escalones que se construyeron en 1606 para unir la ciudad antigua con su ampliación renacentista, en la parte alta, hasta la iglesia. 

422Mural hecho en azulejos. | FOTO: Mila Ojea

Caltagirone produce cerámica desde hace más de mil años y su industria es la base económica de la localidad. Los musulmanes llamaron a esta ciudad Qal´at al Ghirân, que significa Castillo de los Sepulcros porque en esta zona de Sicilia había numerosas necrópolis, y ese nombre acabó derivando en Caltagirone. Fue tras la conquista árabe en el siglo IX cuando se desarrolló una cerámica con glaseado en colores amarillos, verdes y azules que se han convertido en característicos de la población. Fabrican floreros, frascos, lámparas, botellas, baldosas, jarrones, belenes y todo tipo de ornamentos. Personalmente me quedo con los murales de azulejos que se pueden ver repartidos por la ciudad en fachadas o palacios, muy cuidados y protegidos.

423Mural en lo alto de la Scala di Santa Maria del Monte. | FOTO: Mila Ojea

El punto más famoso, sin embargo, es la Scala di Santa Maria del Monte. Se trata de 142 escalones que se construyeron en 1606 para unir la ciudad antigua con su ampliación renacentista, en la parte alta, hasta la iglesia de Santa Maria del Monte. En 1953 fue reconstruida en piedra volcánica y adornada con azulejos tradicionales de mayólica –un estilo importado de Mallorca- polícroma. Esta decoración típica, únicamente en Caltagirone es distinta en cada escalón, creando un efecto óptico de colorido y formas muy llamativo. Cada peldaño y su cerámica representan escenas de la historia y la cultura siciliana, mezclando motivos folclóricos con grecas policromadas.

424Lámparas típicas de la fiesta de la Luminaria. | FOTO: Mila Ojea

En pleno verano, las noches del 24 y 25 de julio, se celebra la fiesta de la Luminaria, por Santiago Apóstol, patrón del pueblo. Los autóctonos llenan los escalones con miles de lámparas de aceite de oliva decoradas con papel de colores o coppi y se van encendiendo, como una alfombra iluminada, creando un espectáculo de luz inolvidable. En junio tienen otra celebración, la Infiorata, en la que realizan tapices florales en los mismos escalones para honrar a la Madonna di Conadomini. Esta escalinata artística y colorida está siempre llena de gente sentada hablando o tomando algo y es el punto de reunión local favorito de sus habitantes.

425Restos de la fiesta en los escalones de la Luminaria. | FOTO: Mila Ojea

Fue justo después de la Luminaria cuando I. y yo llegamos a esta población y pudimos ver todavía los restos de la fiesta en los escalones. Pletóricos de lámparas y un colorido increíble, se notaba que la celebración había sido por todo lo alto. Me encantó subir y bajar por aquel laberinto de colores vívidos que guardaban los secretos de la noche anterior. Es un espacio lleno de magia y recomiendo subirlo poco a poco para apreciar cada detalle. Además, desde lo alto, la vista de la ciudad es espectacular y los días claros se divisa incluso el mar.

426Mesas de cerámica con motivos florales. | FOTO: Mila Ojea

Más tarde, mientras paseábamos curiosas por la parte baja del pueblo, nos asomamos a un portón de madera enorme que estaba abierto y daba a un patio peculiar. Estaba lleno de piezas de cerámica típicas, un poco desparramadas por los rincones. En esas, escuchamos a nuestra espalda una voz masculina hablándonos en italiano:

-¡Podéis pasar si queréis, no tengáis miedo!

Nos volvimos y encontramos a un señor de unos 60 años, con un polo rojo y una gran sonrisa en su cara. Como no recuerdo su nombre le llamaremos, por ejemplo, Ludovico. Le preguntamos qué era aquello en nuestro limitado italiano y se ofreció a acompañarnos dentro. Se trataba de un taller de cerámica de los muchos que hay en Caltagirone, pero estaba bastante escondido a las miradas de la calle.

427Testa di moro, uno de los símbolos de Sicilia. | FOTO: Mila Ojea

Dentro había un matrimonio trabajando, al que nuestro nuevo amigo nos presentó como si nos conociera desde siempre. Nos dieron vía libre para curiosear por allí y Ludovico, ejerciendo de anfitrión, nos hizo una visita guiada particular por el local. Hablaba mucho y muy rápido, es decir, que le entendíamos sólo la mitad de lo que nos contaba, pero estábamos encantadas con todo lo que vimos y aprendimos allí. El taller llevaba más de cien años en funcionamiento y hacían todo tipo de objetos. Tenían además un contrato exclusivo con los diseñadores Dolce & Gabbana para hacer cerámicas que representaban a la marca. Una parte del taller estaba ordenada a modo de exposición pero otra era un batiburrillo de objetos acumulados en mesas, estanterías o tirados por el suelo de cualquier manera.

428Suelo del taller de cerámica. | FOTO: Mila Ojea

Lo que más nos gustó fueron los suelos hechos de baldosas de colores y desgastados por las continuas pisadas de los clientes y las personas que allí trabajaban. Ludovico además nos enseñó una pieza parecida a un botijo en la cual, mediante una demostración, metió agua por un agujero y cuando la volteó no salió nada. ¡Abracadabra! Después nos mostraron el mismo botijo partido por la mitad para que viéramos el truco del diseño. Pura ingeniería. Se notaba que los dueños del local estaban orgullosísimos de hacer aquel artilugio y les encantaba ver la cara de la gente cuando mostraban su funcionamiento.

429Detalles religiosos en cualquier rincón. | FOTO: Mila Ojea

Nos despedimos de ellos con gran afecto y agradeciendo su atención y nos fuimos a dar una vuelta con Ludovico. Resultaba obvio que el hombre tenía todo el tiempo del mundo, estaría jubilado, era muy dicharachero y le alegró la mañana encontrarse con dos turistas llenas de curiosidad y ganas de ver cosas. No paraba de hablar y logramos tener una amena conversación pese a nuestro bajo nivel de italiano. Nos enseñó las fachadas de palacios en los que no habíamos reparado, nos contó la historia de muchos edificios y las familias que los habitaban, y nos llevó a ver los murales de una estación.

-Tenéis que venir en carnaval, aquí el carnaval es maravilloso. Además si me llamáis con antelación os aseguro que puedo conseguiros alojamiento en uno de estos palacios- insistía.

430Calles, palacios y terrazas de Caltagirone. | FOTO: Mila Ojea

Acabamos la mañana en uno de sus bares favoritos, sentados los tres en una minúscula terraza tomando un refresco. Estaba la mar de contento de compartir mesa con nosotras y se dejó invitar en agradecimiento a su visita guiada. Todos los que estaban en el bar, un local típicamente de pueblo que nada tenía que ver con las cafeterías y terrazas que llenaban los turistas, le saludaban con esa confianza que da el conocerse desde siempre.

431Fachadas artísticas llenas de detalles. | FOTO: Mila Ojea

Hablamos mucho sobre las diferencias y similitudes entre España e Italia y Ludovico nos hacía multitud de preguntas sobre nuestro país. Pero después llegó la pregunta del millón, esa que más veces he respondido a lo largo de mis múltiples viajes por el mundo, en todos los países y culturas, no falla:

-¿Y vosotras sois del Madrid o del Barcelona?

Sí, esa pregunta-trampa donde una amistad puede romperse para siempre o tomar visos de ser eterna. O generar todo tipo de discusiones o hacer que te abrace un desconocido que es ya tu hermano para el resto de la vida. Esa pregunta. LA PREGUNTA. Yo preferí ceñirme a la verdad y me limité a responder sinceramente:

-Lo siento pero no me gusta el fútbol…

Qué decepción, claro. Era algo inaudito, inconcebible para nuestro Ludovico. ¿Pero cómo? No daba crédito. ¡Si el fútbol lo es TODO! ¡Ma questo non è possibile! La vida entera se reduce al fútbol, también para un italiano de pro. ¡Hay que mojarse, amiga!

432Flores y campanarios, pura Italia. | FOTO: Mila Ojea

En fin, la sangre no llegó al río, y cuando nos despedimos de él con un efusivo abrazo y sin parar de agradecerle las molestias que se había tomado con nosotras, continuó insistiendo en que teníamos que vernos en carnaval y él se encargaría de todo. Un encanto de hombre.

Pues en esto consiste también viajar, en encontrar amigos allí por donde uno pasa. Dejar un rastro de personas y recuerdos por el camino. E Italia es un país tan abierto y divertido para ello que yo no puedo dejar de enamorarme más y más de ella cuando voy. Y volveré, no sé cuándo, pero volveré. Y algún día lo haré a bordo de un inmaculado y llamativo descapotable azul cielo. Me veo con un pañuelo de seda en el cuello, gafas de sol cat eye y pintándome los labios de rojo reflejada en el espejo retrovisor. Como Thelma. Recuerden que todo es posible y los sueños pueden cumplirse pero hay que pelear. Y nunca, nunca, desfallecer en la lucha.

...y un descapotable azul
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