Su paisaje y grandiosidad le confieren, sin mucha discusión, el apelativo de una de las cascadas más impresionantes de la comunidad autónoma. La conocida como "Fervenza da Cidadella" no deja indiferente a ninguno de sus visitantes, muchos en etapa estival, aunque su aspecto sí denota un ligero grado de desidia en lo que a su mantenimiento se refiere por parte del Gobierno municipal del Concello de Vilardevós. Molinos incompletos víctimas de actos vandálicos, barandillas de madera no respuestas, senderos sin la oportuna señalización, escalones defectuosos, merenderos visiblemente descuidados y fuentes sin agua son algunos de los ejemplos del estado de "semiabandono" que presenta uno de los reclamos turísticos más recurridos del municipio y de buena parte de la provincia ourensana.
Para comenzar, aunque las modernas tecnologías permiten situar al viajero en un lugar próximo si es que la cobertura del móvil resiste, encontrar el primer indicativo en carretera del ansiado destino obliga a recorrer 20 kilómetros desde la villa de Verín, hasta llegar a Soutochao por la OU-310. Desde la entrada de la localidad, restarán poco menos de cinco kilómetros para desembocar en el sendero que alberga tan impresionante cascada. Si decide incorporarse a su circuito por el último de los accesos desde el asfalto, lo primero que hallará será una marquesina sin utilidad alguna y visiblemente deteriorada.
La marquesina a la entrada de la Cidadella, en la que no se indica nada. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.
Iniciado el descenso, debe extremarse la atención en el avance hasta llegar a la primera de las áreas recreativas próxima al conocido como mirador del Castelo. En ella, los escalones labrados en el terreno han perdido su relleno y obligan al turista a fijar su mirada en el firme para no tropezar con algunas de las maderas que antes marcaban el límite entre cada uno de los pasos.
Los escalones han perdido su relleno y el viandante puede fácilmente tropezar con las maderas que antes los definían. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.
Poco antes de esa primera zona de descanso, hallamos a uno de los surtidores de agua que antaño sí lo fue.
Desembocamos en uno de los primeros lugares habilitados como barbacoa, rodeada de maleza que impediría un uso seguro de la misma, muy próxima a la rehabilitada "palloza" que amenaza derribo, sólo interrumpido por el tablón de madera que apuntala su dintel.
Una de las fuentes sin agua presentes en el recorrido. También pueden encontrarse otras en la zona de los molinos. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.
Uno de los espacios habilitados para una pequeña barbacoa tiene maleza fácilmente combustible justo encima. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.
La "palloza" presenta, soportando su dintel, un tablón de madera. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.
Tampoco es difícil encontrarse más de un peldaño de los construidos ladera abajo sin alguna de sus piedras o las barandillas protectoras del sendero sin alguno de sus balaustres, que impedirían seguro que un visitante menudo se escurriese por debajo del pasamanos.
Algunas de la protecciones en el sendero carecen de balaustres que impedirían que por allí se "colase" algún "pequeño" visitante. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.
El recorrido siguiente es de tamaña belleza que inhibe al transeúnte de reparar en imperfecciones durante el trayecto, aunque las piedras que faltan de algún escalón obligan a fijar la atención, de cuando en vez, en donde se pisa. Sofocados por el exigente trayecto, aunque con la perceptible sensación de paz que la corriente del agua genera, desembocamos en la zona conocida como de los molinos, otra de las áreas recreativas muy recurridas para una merienda de sábado o domingo por la tarde. Ninguno de ellos conserva los mecanismos propios utilizados para su labor. Tampoco el agua corre por sus acequias, que se presentan ante la cámara llenas de maleza y de algún que otro objeto propio de comportamientos poco cívicos de algún visitante.
Alguno de los escalones del recorrido obliga a mirar muy bien donde se pisa. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.
El tejado de una de las construcciones también clama por una notable reforma, y no muy lejos de allí el visitante puede encontrarse con restos de ramas y maleza de una limpieza anterior que ya consolida con el terreno tras varios meses almacenada.
Buena parte del tejado de uno de los molinos necesita una urgente reparación. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.
Maleza de un desbroce anterior acumulada en uno de los accesos al recorrido. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.
No son más que evidentes ejemplos de que el gobierno municipal del Concello de Vilardevós mima mínimamente una de las joyas turísticas de la provincia y de la comunidad autónoma, que encuentra justa competidora no muchos más lejos y ladera abajo: ya en terreno luso, la playa fluvial de Segirei, donde el país vecino ofrece incluso la posibilidad de cafetería, terraza y una amplia vereda en la que pasar una agradable jornada.