sábado. 27.04.2024

OPINIÓN | "A min... Deixaime!", decía mi abuela

El exalcalde de Monterrei, José Luis Suárez Conde.
El exalcalde de Monterrei, José Luis Suárez Conde.

Tenía pensado comenzar este artículo con otro titular debajo de la fotografía pero, una vez más -empieza a preocuparme tanta moderación-, decidí optar por ser ligeramente comedido en este día de aniversario. El primero que se me vino a la cabeza, replicando los sollozos de Arias Navarro frente a la cámara cuando anunció el óbito del Generalísimo de todos los Ejércitos de esta España, Una, Grande y Libre gobernada por "rojos y podemitas" -que diría algún ex alcalde de Riós-; fue algo así como: "Verinenses... Franco no ha muerto". Sin embargo -me repito-, opté por no ser tan explícito e invitarles, previa picadura a su curiosidad, a leer hasta el final. 

Mi abuela Rosiña era una mujer sabia. Creo que fue la mujer que más me quiso. Era bellísima, elegante y extraordinariamente inteligente. Me dejó máximas inolvidables, incluso cuando ya el párkinson estaba haciendo mella en su humor y se le obligaba a tomar la oportuna pauta de la medicación. Eran célebres sus "a min deixaime". En verdad, no se merece que hoy mezcle su recuerdo con otro muchísimo más ingrato, indecoroso y propio de otra época más oscura, sí, de ésa de cuando se dejaban cadáveres por las cunetas.

El señor de la imagen tuvo a bien, hace unos días, llamarme personalmente para, además de tildarme de "hijo de puta", decirme, literalmente: "Vas a saber quen son pero partíndoche os morros un día destes". Desconocía el buen hombre que los teléfonos de ahora son taaaaaaaan inteligentes que incluso deciden, de motu proprio, grabar conversaciones que intuyen -los dispositivos- pueden llegar a ser ofensivas para el propietario del terminal -ironías-.

Estaba molesto porque este medio había publicado una verdad como la catedral de León, esto es, que uno de sus hijos, heredero de su cotarro en Monterrei tras sus tres décadas de alcalde, decidió regalarle un espacio al banco para el que trabaja su hermano de manera totalmente gratuita -reitero-, bordeando la ley y, de paso, perdiendo la posibilidad de ingresar algo a las arcas del Concello -se me ocurre, por ejemplo, que hubiese sido un buen momento para poner en marcha el "Cheque bebé Santander", ahora que en los presupuestos del 2023 se retiraron las ayudas previstas por el consistorio de Suárez Martínez a los nuevos natalicios-. 

Suárez Conde estaba contrariado por la verdad y decidió insultar de manera directa y descarada, haciéndole un flaco favor a su retoño -o a los dos- y ganándose una denuncia en la Guardia Civil. Llegó a decir que quien suscribe "se mueve por el dinero". Y yo pensé, antes y ahora, que, por ejemplo, cuando él vendía las Mirindas al doble de lo que le costaban ¿se movía por deporte? O cuando su vástago mayor cobra el doble que el resto de sus concejales por cada uno de los plenos... ¿Se mueve por su extraordinaria dedicación a sus convecinos?

Sí me sirvió esa conversación con el señor Suárez Conde -conste que le di a su hijo la opción de disculparse- fue para tomar una severa, rotunda e inamovible posición -y mira que no quería enmerdar el aniversario de esta cabecera con ellos dos-: la de la contundencia. Este digital cerró el pasado ejercicio con casi 14 millones de páginas vistas, un cuarto de las que registra el diario exclusivamente ourensano con más de cien años de historia -¡nosotros llevamos SÓLO CUATRO!-.

Es ya hora de que se respete -aquellos que no lo hacen- a esta cabecera. Podréis criticarla, discutir sus informaciones, realizar puntualizaciones o advertir de clamorosos errores -si es que se dan-. Pero, siempre, SIEMPRE, dentro de los límites de la educación y buenos modales. Así pues, a todo ese universo animalario de detractores -exalcaldes retrógrados, regidores en activo distópicos, mininazis metidos a rojos cortos de entendederas y sus adláteres, padres orgullosos de sus hijas uniformadas de plástico chino, y otros variopintos especímenes- les diré que cada vez que advierta la más mínima agresión a esta cabecera y a los profesionales que en ella colaboran sin el más mínimo beneficio a la duda, me encontrarán de frente, inflamado de cortisol hasta las cejas, taquicárdico perdido y blandiendo las más poderosa de todas las armas: la palabra.  

OPINIÓN | "A min... Deixaime!", decía mi abuela
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