viernes. 03.05.2024
Josefa, segunda por la derecha, frente al embalse de As Portas.
Josefa, segunda por la derecha, frente al embalse de As Portas.

La norma y la costumbre, históricamente desde que esta profesión es tal, cifra en pocas horas o incluso días el plazo máximo para reconocer los logros de la persona recientemente fallecida a modo de obituario. Se mezclan entonces datos personales, familiares, de su funeral y un breve repaso vital del protagonista que acaba de dejarnos.

Lo que nunca se estila, o por lo menos hasta el día de hoy, es aguardar 13 cortos años para honrar, de manera abierta y pública, la figura de la que creo es el ser más importante en la vida de la mayoría de todos nosotros: una madre. 

Somos algunos los que dejamos pasar el tiempo no reconociendo, con el oportuno merecimiento y afecto, a los seres que a menudo se cruzan en nuestras vidas. Los más idiotas -me incluyo-, incluso llegamos a desperdiciar comidas, cenas o fiestas que ahora desearías volviesen a repetirse a su lado.

Recuerdo, secuencialmente, cada minuto de aquel 24 de enero de 2009 como si de ayer mismo se tratase. Cuando sonó a deshora el móvil, ya sólo cabía esperar que el que estaba al otro lado iba a mentir descaradamente para intentar contener tu dolor hasta que estuviese más cerca. Los dos sabíamos que así era, que así debía ser y aprovechamos para darnos la oportunidad de la esperanza en medio de la mayor y más cruel de las mentiras, hecha realidad. 

Desde entonces, todos aquellos que hemos perdido a una madre prematuramente vivimos a medio gas. Nada vuelve a ser igual, y se convierten en vanos los intentos de exportar felicidad de la de las caras. No podrás. Algo se apaga para siempre y solo resta seguir viajando en dos o tres pistones cuando antes pilotabas un V6. 

Lo anterior se agudiza -y acaba cronificando- si tu madre era de las de no dejar crecer la hierba donde pisaba. Siempre sostuve que se fue porque se le acabó la pila de tanto exprimirla. Los que llegaron a conocerla convendrán que no dejaba indiferente a nadie, que echaba a su espalda toda responsabilidad y hasta con su menuda pareja de baile rompía cánones siendo ella la que marcaba el paso en las principales verbenas de la contorna -¡cuánto las echaría de menos en estos últimos dos años!-.

Entre el par de hijos en tres décadas hasta su adiós, un padre enfermo, un hermano discapacitado y una madre ligeramente posesiva, a "Pepita" le sobró tiempo para disfrutar a su manera de una vida cargada de sinsabores sin por ello perder la energía y fuerza que siempre la caracterizaron.

Es imposible acertar con el grado de intensidad al narrar algunas de los infinitas peripecias que protagonizó, dignas de tiktoks virales.

Recordarás el día -paso en comunicación directa al estar tu nube cerca metafóricamente de la que alberga este diario- en el que decidiste aprender a conducir y optaste por contratarme temporalmente de monitor. Aquel 850 blanco recorrió poco más de diez metros desde la salida de una de las viviendas hasta acabar impactando contra otra: es lo que se llama no corregir la trayectoria inicial cuando toca ir de frente tras un giro. 

O aquel otro en el que esperábamos ansiosos, una dentro de casa y otro de vigía fuera, que se diese la buena noticia de una muy particular llegada. Mi grito te alertó y ambos comenzamos a correr en la misma dirección pero en sentidos contrarios. El castañazo que nos pegamos bajo el marco de la puerta fue épico, no nos abrimos las cabezas de puro milagro. 

Me sorprendía tu capacidad para meterte en los papeles de ciego, en una de tus últimas pasiones, la del teatro. O como no dudaste un ápice en aparecer como figurante en un largometraje rodado en Cabreiroá, que te dejó inmortalizada unos segundos entre las estrellas rutilantes del celuloide en "Sé quien eres". -Por cierto, peripecias de esta vida me llevaron a entrevistar al productor de ese film, a la par candidato por En Marea a la Xunta de Galicia en los comicios del 20-.

Era el más abrigado de las monjas, por dentro y por fuera. En el primer caso, esas meriendas tan apetitosas a base de morcilla fría nada más llegar de clase aumentaron en mi infancia de manera destacada el tejido adiposo. Creo que algo conservo de entonces. Quisiera también la industria textil actual diseñar y tejer guantes, gorros, jerseys o chaquetas de lana con tu habilidad, prendas que se convertían en la envidia de las madres de los niños bien de Verín, incapaces de hallar en el mercado producto parecido.

Un fotógrafo ourensano captó aquel 4 de julio del 1998 la penetrante mirada a la que voluntariamente decidió convertirse en mi mujer -unos años- en la Iglesia Santa Eufemia la Mayor de Ourense. Si hubiesen bajado los plomos en aquel momento, ese haz de luz hubiese cegado a los presentes. Quizás era tu forma de decir "chaval, te estás equivocando", como tantas y tantas veces que dejaste que lo hiciese para luego apostillar un "eu xa cho dixen". Me hago una ligera idea del sacrificio de esas madres que ven por tus ojos, saben el resultado de tus actos y, aún así, dejan que te estrelles. Así eran tus lecciones, así era tu respeto.

Isabel lleva no sé cuántos gatos y otros tantos perros... Ahh, y Melucha cojea un pelín y ya cobra pensión. Sigue muy pendiente de mí. Creo que todavía no sabe que con aquel temprano regalo de una colección de libros -leerse la Divina Comedia con 12 años tiene su cosa- acabó apasionándome tímidamente por el arte de las letras y sus diferentes modalidades. 

Por Ernesto sabrás que Sira ha conseguido engordarme, domingo a domingo y en 12 meses, unos 20 kilos. Nos ha tocado llorar juntos en el ascensor de un hospital no hace muchas semanas, pero te juro que haremos lo indecible para retrasar la visita que ambos esperáis.

El 2021 no ha sido el mejor de los años, y lo sabes, qué te voy a contar. Nunca dejé de creer que seguías ahí, y lo has demostrado en varias ocasiones, algunas con fechas inolvidables. Pero -pruebas te he dado- no te fiabas lo suficiente. Te costaba controlarme físicamente -¡ni me imagino tus desvelos desde la distancia!-. Por eso que, en otra sublime de tus obras, decidiste enviar a un ángel guardián a tu viva imagen y semejanza: tan tenaz, fuerte y decidido como tú, a la par que ligeramente -nótese la ironía- cabezón -característica que también heredé-. 

Esa obra imperfecta que engendraste aquel uno de noviembre de 1973 -día de Todos los Santos, ¡ya te vale!- y que vio la luz un día de Santa María Magdalena comienza -¡por fin, y lo sabes!- a tomar la mejor de sus formas, esa que quizás hubieses deseado 30 años atrás. Tardaremos aún algún tiempo en devolver todo lo perdido, en restañar heridas y recuperar afectos, pero ten la completa seguridad de que no hay vuelta atrás en esa hoja de ruta que te proporcionará la paz que seguramente aún no tienes. 

Hasta que llegue el momento -no cabrás de gozo del orgullo-, y si es que no nos vemos antes -es lo único que te pido-, seguirás siendo ese amor eterno del que tengo el más triste recuerdo de Vilardevós, parafraseando a la bella melodía de Juan Gabriel. Y ya que en las últimas semanas no me la saco de la cabeza, hoy, 13 años después de tu partida, sin tapujos, convencido, con los ojos rojos de toda una amarga mañana, entono, sin voz, la primera de las frases de su estribillo: "¡Cómo quisiera... Que tú vivieras!" 

Josefa Fernández Fernández, "Pepita", falleció en Bemposta (Vilardevós) -parece que fue ayer- tal día como hoy, un 24 de enero de 2009, víctima de un traidor y maldito cáncer contra el que luchaba desde el 15 de febrero de 2007, lluviosa noche de Comadres. Lo hizo con 58 años y un buen número de sermones a un servidor pendientes. 

Una pequeña placa conmemorativa recuerda desde entonces su paso por la primera planta del viejo hospital provincial, en la que no hubo profesional de la especialidad de Oncología que no dejase patente su conocimiento y, lo que todavía es mucho más importante, empatía, dedicación y afecto hacia ella, en las varias semanas en las que permaneció, intermitentemente, hospitalizada.

Por si queda una mínima duda, ella era -y es- la madre de quien suscribe. 

In memoriam | Josefa Fernández Fernández