No sin cierta sorna, aunque también lamentando ligeramente la mala fortuna del transportista rumano, los vecinos de la localidad de Campobecerros se despedían esta tarde, pasadas las 17:00 horas, del conductor que durante casi 72 horas disfrutó de unas cortas y forzadas vacaciones víctima de la estrechez de una carretera sin denominación y de la mala pasada jugada por la tecnología.
Su inolvidable periplo comenzó a las ocho de la tarde del pasado martes, aunque nada se supo de él hasta las doce del mediodía del día siguiente. Acababa de ser alertada la Guardia Civil de su mala fortuna víctima de una indicación errónea de su GPS, que lejos de encaminarle por A Gudiña rumbo a Italia, lo desvío en sentido contrario por una vía sin denominación entre As Vendas da Capela y Campobecerros, ya en el municipio de Castrelo do Val.
Hasta esta última localización se dirigía, convencido de estar en la ruta correcta, cuando una tajea de cemento seccionó tres de sus neumáticos del semirremolque. Después de pasar la noche del martes al miércoles dentro de la cabina de su vehículo, llegaban los servicios de asistencia para, además de indicarle la salida de las montañas ourensanas, sustituir los neumáticos seccionados. Era la media tarde de ayer miércoles. Todo parecía ir sobre ruedas. El chófer rumano había iniciado de nuevo la marcha, esta vez camino de Campobecerros con dirección a Verín, para enlazar con la tan ansiada por él autovía A-52, que le devolviese la esperanza de abandonar la provincia.
El pequeño y estrecho puente que da acceso a Campobecerros desde A Gudiña contenía un par de diabólicos petriles que complicaban la maniobra de incorporación hasta el punto de que el conductor del tráiler arrasó con un trozo de uno de ellos y a punto estuvo de enviar la gabarra y quizás también la cabeza tractora al fondo del río
Pero, el mal fario volvió a jugársela al "inexperto" conductor, aseguran los testigos. El pequeño y estrecho puente que da acceso a Campobecerros desde A Gudiña contenía un par de diabólicos petriles que complicaban la maniobra de incorporación hasta el punto de que el conductor del tráiler arrasó con un trozo de uno de ellos y a punto estuvo de enviar la gabarra y quizás también la cabeza tractora al fondo del río.
Tocaba, después de meterse en un nuevo atolladero, volver a dormir, cual expedicionario amante de la naturaleza, casi al raso, y solamente protegido por los metales de la cabina tractora. En Campobecerros haría noche, ya muy próximo al núcleo de población, aguardando a que se diesen las tres de la tarde de hoy en el que una grúa de gran tonelaje desplazada desde los talleres Copemaf de O Cañizo, en A Gudiña, colocase al semirremolque sobre la horizontal de la vía que tantos quebraderos de cabeza había dado al ciudadano transportista rumano.
Así lo hizo, finalmente pasadas las cinco de la tarde, y desde allí partió, quizás para nunca más volver, rumbo a su destino italiano pasando por Verín pero pernoctando nuevamente en O Cañizo, donde le serán reparados los desperfectos para que así pueda continuar la marcha.
Los más optimistas esperaban incluso un romance con alguna joven casadera de "Campos" y un futuro enlace matrimonial
Hubo quien con no poca ironía aseguró que le entristecía la marcha del malogrado chófer, "de tanto tiempo que pasó por aquí ya casi le habíamos cogido cariño". Los más optimistas esperaban incluso un romance con alguna joven casadera de "Campos" y un futuro enlace matrimonial.