sábado. 20.04.2024
José María Fernández, el nuevo secretario lazano, en medio del "idilio" Barreal-Blanco. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.
José María Fernández, el nuevo secretario lazano, en medio del "idilio" Barreal-Blanco. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.

Al igual que Scarlett O’Hara juraba ante el Altísimo que nunca más volvería a pasar hambre robando -pobre- un rábano, servidor de ustedes proclama que nunca volveré a dudar de la conveniencia de asistir a un pleno en Laza. Cierto es que por un vil momento -no me lo hubiese perdonado jamás-, tuve tentación de ahorrarme el meneo entre Arcucelos y Matamá. El orden del día invitaba más a una llamada telefónica posterior -"Hola, soy Moncho, en este momento no puedo atenderte, deja tu mensaje y te llamaré"- de ligero trámite que una activa y animosa presencia en el salón de plenos lazano. 

Sin embargo, ese olfato perro y la intuición roja de que la competencia también se constituiría a las 13:00 horas en primera convocatoria, me llevaron a reconsiderar la decisión primera. La novedad inicial, nada más tomar asiento: "Moncho" Barreal presentaba al que será el nuevo secretario municipal en sustitución del anterior Santiago Lorenzo Taboada, tras una suerte de visitas esporádicas de los técnicos de la Deputación de Ourense. José María Fernández Ábalo, quizás el más joven de todos los presentes en las bancadas, se disculpaba por no conocer todavía a la Corporación en pleno, poco después de que el alcalde se deshiciese en elogios a la que ocupó el cargo de manera accidental, sobrina para más señas de su contrincante político y anterior mandatario, Jesús Blanco.

Comenzaba el compadreo de ambos -cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero sí mucho más divertido-, que dejaría a lo largo de los 70 minutos de la sesión algún que otro guiño de inaudita complicidad. Tanto es así que fue precisamente Ricardo Sobrino, el segundo edil socialista, el que más se significó en el cuerpo a cuerpo con el regidor, hasta el punto de solicitar públicamente su dimisión tras acusarle de no ver cómo en sus dominios se ejecutaban obras públicas sin oportuna licencia. 

El repaso a un buen puñado de decretos -acumulados por falta de plenos ante la escasez de esa figura técnica habilitada nacional en peligro de extinción local, léase secretario- dio paso a un par de cuestiones de embrollo jurídico, para desencadenar en la tanda de ruegos y preguntas de los grupos de la oposición. Fue aquí donde, una vez más, la beligerancia de meses atrás entre socialistas y populares dio paso a una balsa de mayor entendimiento e, incluso, cercanía, dejando abierta la posibilidad de un voto favorable a los presupuestos anticipados por el grupo de Gobierno popular si es que éstos llegan en tiempo y forma, como así le solicitaba el portavoz socialista Jesús Blanco Conde. 

El ofrecimiento del último molestó tanto a sus antiguos socios de Gobierno que incluso una de sus edilas, interrumpiendo el idilio, recomendaba a Barreal Novo que mantuviese reuniones previas con los de su grupo antes de traer los presupuestos al pleno, "e non como fixo o que era o noso socio, que nos enteramos deles o mesmo día que quería aprobalos". El pequeño puñal lanzado indirectamente al corazón del pacto roto entre las fuerzas de izquierda avivó el fuego del rencor, obligando a intervenir al páter Barreal, una vez más y cuando la refriega en la oposición estalla, con un conciliador "haya paz, non se me enfaden". 

Tanto fue el entendimiento entre alcalde y su ex -en el cargo, digo-, que el primero pasó por alto la velada amenaza del segundo de llevarlo a los tribunales por difamar su buen hacer en su etapa de regidor, acusándole de haber elaborado listas de contratación ad hoc de candidatos a las diferentes categorías ofertadas en esa administración local. Y Blanco Conde dejó que fuese Sobrino el que se convirtiese hoy en el azote vil de Barreal Novo, a lo más puro Aznar en aquel histórico "Váyase, señor González": "Un alcalde que non se entera de nada ten que dimitir", le espetó el socialista, sembrado la duda de la inacción del regidor a sabiendas de que en sus dominios se ejecutaban obras sin la licencia urbanística preceptiva: "Eu non vou a andar cunha estaca comprobando quen incumple a norma", se defendió el primer edil para dejarnos a todos mucho más tranquilos tras oír que "eu non penso dimitir". 

Y así, con una llamada a la nueva normalidad intra muros de la casa consistorial por parte del regidor, "a xente de Laza estamos pedindo entendemento, debémosllo, eu son dos que pensa que o ano comeza en setembro" casi terminaba la sesión plenaria de este jueves, no sin antes escuchar el casi "sí quiero" de Blanco Conde: "Se vostede traballa nos orzamentos e os trae, polo menos antes de que remate o ano, acóllome a esa chamada á normalidade que nos fai e ata lle voto que si, se procede". 

La pinza, esa misma de la que Jesús Blanco se sentía única víctima cuando gobernaba en solitario, acabó hoy por hacerse añicos, ante el estupor de dos jóvenes ediles -"eses das Mareas locais"-, antaño socios sin firma en el primer Gobierno lazano de izquierda en décadas. 

CRÓNICA | A los de Laza se les va la pinza... de un lado a otro