Me vais a permitir que os tutee. Ya sé que no se estila en la profesión. Ni tampoco que se utilice un lenguaje tan directo. Pero, entenderéis que lo haga. Eso sí, sin sobrepasar el límite del respeto... Y más en un día como hoy.
Es 30 de noviembre. Han pasado cuatro años de la mayor movilización histórica protagonizada por los de Verín, su comarca, y muchos de los no nacidos en ella pero que comprendieron que era también su lucha, la de los servicios públicos gratuitos y de calidad. Por eso salimos, salieron a la calle y, dimos, le dieron el mayor repasito que el ahora líder de la oposición en la Carrera de San Jerónimo, Alberto Núñez, recibió en sus 16 años al frente de la Xunta de Galicia.
Orgulloso me siento de todos los que en aquel momento paríamos informaciones a destajo en Diario do Támega, con la rabia de una injusticia, salpimentada de compromiso de sabernos imprescindibles en una batalla contra la decisión más discutida, discutible y desproporcionada que un gerente nada merecedor de su cargo, responsabilidad y hasta título médico, adoptó en connivencia no se sabe muy bien con quién.
Por supuesto, ¡mucho más! orgulloso de haberme mezclado entre los miles que salieron a gritar aquel Verín Non se Pecha ese día, pero también todos los anteriores y los posteriores hasta aquel tres de febrero de 2020. Y, sin duda, de aquellos ante los que todavía me sigo cuadrando por tenerlos como los del corcel de Baldomero Espartero: Castrillomanes, Viñanes, Sonias, matronas, médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, personal de servicios varios, madres, padres, abuelas, abuelos y nietos... Y, cómo no, de una plataforma comandada por Sola (Aurora) y Fernández (Eva), entre otros, que tantos minutos de noticieros, matinales, portadas y páginas coparon.
Por eso, hoy vuelvo por aquellos fueros de la memoria colectiva. Para recordaros que, de la mano, firmes y con un propósito claro, somos, sois invencibles ante cualquier atropello que ésta -el Sergas-, o cualquier otra Administración comandada por advenedizos chupópteros de estómagos agradecidos sin la más mínima conexión con lo real -léanse Almuíñas o Rubiales-, pueda protagonizar.
Repasando hemeroteca; deslizando imágenes en el servidor, solamente me invade un sentimiento... O dos: satisfacción por lo revertido y reafirmación de que deberíamos salir a recordarlo cada 30 de noviembre, todos, los mismos, para prevenir abusos que, aunque pensemos lo contrario, no han dejado de producirse. Que se lo pregunten a nuestras matronas, o a las enfermeras de Urgencias, hoy mismo y en ese mismo hospital.