Venres. 29.03.2024
En las filas delante de las oficinas bancarias es casi imposible respetar la distancia de seguridad. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.
En las filas delante de las oficinas bancarias es casi imposible respetar la distancia de seguridad. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.

Discurrir por las calles de Verín un lunes 11 de mayo de 2020 deja contradictorias sensaciones. A la satisfacción de comprobar como el bullicio comienza a recuperar la vida de las calles y comercios, se une la progresiva preocupación al ver los públicos comportamientos de algunos, no la mayoría, que no consiguen mitigan la euforia que les ha llevado de nuevo a las aceras. 
No había mejor estreno para dar un paso más hacia la redundante "nueva" normalidad que una feria. Verín se despidió de ellas tres días antes de decretarse el estado de alarma, esto es, un ya lejano 11 de marzo. Y desembocó en la pseudolibertad de esta primera fase con un mercado desangelado y en el que únicamente se permitían productos de huerta, plantas y flores, además de los de alimentación. 
Trece han sido los puestos que, separados casi por un mundo unos de otros, apostaron por Verín en este lunes. Ellos, madrugadores, tanto como sus clientes, que corrieron hasta la Alameda para hacerse, fundamentalmente, con las plantas para sus huertos. Jordi Rodríguez, uno de los de mayor éxito esta mañana, se mostraba sorprendido porque "pensei que ía ser peor, tanto pola afluencia da xente como polo alboroto que se podía montar, pero vinos moi moi concienciados, todos respectando o producto, na cola, e moita xente con mascarilla". El retraso en el plantío por el brote inicial de coronavirus, la escasez de productos y la elevada demanda por ir a contrarreloj de cara al verano y a su ansiada recolecta colocó los precios por las nubes: "Un cento de cebolas anda nos 10 euros, o dobre do que se podería vender o ano pasado por estas datas", reconoce otro de los feriantes. 
Con todo, era inevitable que se saltasen, de manera inconsciente, algunas de las distancias de seguridad prescritas por los sesudos asesores gubernamentales, aunque en otros casos sí que era fácil seguir la conversación entre dos personas que acababa de coincidir en la calle y llevaban algún tiempo sin verse: el grito "pelao" se estila incluso ahora desde suelo a balcón y con retorno. Ha sido otro de los logros de la pandemia. 

preca1Cola en el puesto de Jordi Rodríguez, uno de los tenderos que apostó por la feria de Verín. | FOTO: Xosé Lois Colmenero. 

Tímida ha sido la reapertura de los comercios locales. La práctica totalidad, salvo excepciones -como las firmas pertenecientes a grandes cadenas de distribución con establecimientos abanderados en la villa y los "chinos"-, decidieron levantar la persiana, adecentar escaparates, cristaleras y fachadas y comenzar a recibir a los clientes. La feria animó la circulación de personas y ello contribuyó a que los comerciantes, como así asegura su representante José Ángel Rodicio, "notasen a la gente contenta, con ganas de comprar en unas tiendas en las que en todo momento se mantuvieron estrictas medidas de seguridad", dice el gerente de Aever, la asociación de comerciantes de Verín. Él mismo aún repartía los últimos y pequeños fardos de mascarillas a sus asociados esta misma mañana y supervisaba la actividad de sus colegas emprendedores. 

La verdadera feria, en las sucursales

Donde realmente había montada una verdadera feria era en Luis Espada y su adyacente avenida de Portugal. Las colas comienzan a convertirse en habituales durante la mañana en tres entidades financieras con sede en la céntrica vía. Si tiene prisa, mejor que opte por desistir. Para acudir a alguna de sus sucursales hace falta una media de una hora de amena, o no, conversación en plena acera. Es allí donde menos se respetan las distancias de seguridad, quizás por una simple cuestión de economía del espacio. En algunos momentos, mantener dos metros de separación con el anterior o posterior llevaría a la cola del Santander, por ejemplo, más allá de la plaza del Concello. 

Tampoco los supermercados son los ideales para transitar sin ya cuestionables aglomeraciones, y máxime si a un lunes de cualquier mes se le suma el día de feria y una cierta y recuperada libertad. Donde sí no había aglomeraciones eran en las terrazas de las pocas cafeterías que decidieron aventurarse y anticiparse a la fase 2. La plaza mantenía su aspecto de fase 0 y solamente Anxo López, de 20 y medio, antigua Gallofa, apostó por colocar ocho mesas: "Nosotros somos dos, por poco que hagamos, estaremos mejor aquí que en casa. Pero entiendo a mis compañeros que no han colocado terraza, con las limitaciones, no les sale a cuenta si tienen personal contratado y está éste en un ERTE", apuntaba, aludiendo también al factor "miedo" como otro de los responsables de que la clientela "aunque fue más de la esperada, sin duda menor de la que debería para un día de feria como hoy, no habremos tenido ni el cuarenta por ciento de la gente que vendría en condiciones normales", señala.

Fue uno de los valientes, como el bar de A Merced o las terrazas de la cafetería Corbaceira del Concello -acabó colocando tantas mesas que la plaza se le quedó pequeña- y su cercana Xuntanza. Sin embargo, las céntricas de la calle Hermanos Moreno o las que ocupan Montemaior, la peatonal por excelencia del terraceo, estaban todavía desiertas de sillas y mesas metálicas para la tan ansiada caña. preca3Una de las terrazas que sí abrió en las inmediaciones de la plaza Maior, la del bar 20 e 1/2. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.

Así, con jolgorio comedido, algunas indisciplinas propias de la inconsciencia y otras fruto de la incoherencia de algunas de las normas fijadas, transcurrió la primera de las jornadas de la fase 1 donde si hay un atuendo de moda, ése es, sin lugar a dudas, la mascarilla

Y, como no, no hay feria que se precie sin pulpo. Y, lo hubo, en al menos tres puestos, y dos de ellos respetando su ubicación anterior aunque las cafeterías que le dan soporte estuvieses cerradas. Una de las que más clientes concentró fue la carpa de María José y Jerónimo, apostados a dos metros de la entrada del Bar Parada. La pulpera reconoce que "calculamos que a metade menos dun día normal, pero tamén teño que dicir que agardaba moita menos xente", dice reconfortada. Allí, las tres mesas de terraza estaban ocupadas (difícil respetar la norma con número impares y un cincuenta por ciento de aforo), aunque, por lo menos en el momento de este redactor personarse, no alcanzaban en número al máximo de 10 individuos permitidos en reunión a plena luz del día. 

preca2El bar Parada, uno de los clásicos, se sumó a la feria del primero de los días de la fase 1. | FOTO: Xosé Lois Colmenero. 

Así, con jolgorio comedido, algunas indisciplinas propias de la inconsciencia y otras fruto de la incoherencia de algunas de las normas fijadas, transcurrió la primera de las jornadas de una fase 1 donde si hay un atuendo de moda, ése es, sin lugar a dudas, la mascarilla. 


 

Pocas terrazas, poca gente y poca precaución en el primero de los encuentros con la...