Hace unos días, me decía un buen amigo y compañero de televisión de Galicia, Javier, que aunque no seamos imprescindibles, si que hay personas que son insustituibles.
Tengo recuerdos con mi tío Román desde muy pequeño, muchas veces me contaba un cuento (que creo que se había inventado) sobre un camión que quería aplastar a un coche muy pequeño, pero que por medio del razonamiento y el diálogo llegaron a ser amigos inseparables.
Admiraba a mi tío que estaba fuera haciéndose juez y recuerdo que me pasaba horas con él, era una persona muy especial para mi, al que siempre mi padre y abuelo me ponían como ejemplo de constancia y voluntad. Ambos fuimos creciendo y discutíamos mucho, nos enfadábamos y volvíamos a desenfadarnos.
Llegó a ser el Decano de magistrados de Gijón, pero siempre que podía se pasaba largas temporadas en Verín, muchísimas tardes cuidando su finca en la Marbana, sachando y podando; decía que en esa tierra se daba de todo.
Era alucinante ver como cogía un libro en latín e iba traduciéndolo simultáneamente y otra de sus habilidades que recuerdo era lo bien que tocaba la armónica; cuántas noches de ronda se pasó en su juventud con el que fue su mejor amigo, mi tío Suso Limia, no debían ligar ni nada…
En un momento muy malo en mi familia con un gran pleito que nos pusieron, los tres hermanos y los abuelos hicieron una demostración de resiliencia contra la injusticia que quería tirar nuestra casa; pero sobre todo protegieron a la infancia, la foto que acompaño es en ese momento y recuerdo ese día.
Mi cabeza está llena de recuerdos de mi tío, pero si tuviera que definirlo en una palabra, esta sería HONRADEZ.
Gracias tío Román por haber pasado por mi vida, nunca te olvidaré.
Jorge Máximo Godás Limia.
