miércoles. 24.04.2024
La iglesia y el cementerio de San Cristovo, rodeadas de humo. | FOTO: Noelia Caseiro.
La iglesia y el cementerio de San Cristovo, rodeadas de humo. | FOTO: Noelia Caseiro.

La secuencia de los primeros momentos es siempre, más o menos, la misma. Y pilla a quien suscribe en lugares similares. En la de la tarde de ayer -miércoles negro para los vecinos de San Cristovo-, la base de operaciones era una cafetería cercana a la sede de la Mancomunidad de Verín. Dentro, los incendios estaban en un muy segundo plano, pese a estar todavía caliente el terreno de lo arrasado en el de Flariz (Monterrei). Así las cosas, y sin nada jugoso que contar de ese cónclave, viéndolos salir -a los alcaldes citados por el presidente, José Luis Suárez-, me dispuse a revisar alguna red social en busca de algo noticiable que atrapar. 

Milisegundos debí consumir hasta la primera de las imágenes de una vecina de Verín que colocaba el objetivo, de nuevo, en la montaña. Repasados un par de tuits de fuentes de referencia, la felonía se confirmaba. Volvía a arder no muy lejos del último de los focos de consideración que consumieron 720 hectáreas en otra tarde. Si el pasado viernes la base de operaciones de la UME estaba en Medeiros, el inicio del incendio de este miércoles se ubicaba unos pocos kilómetros más alejado, todavía en el Concello de Cualedro: San Millao
Cinco minutos para recoger bártulos y agarrar el volante camino del lugar. En Villaza (Monterrei) intercepto a su alcalde, que entraba en la vivienda familiar. Pasaban poco más de las 15:50 horas. "Vou para o lume que pinta mal", oyó. "Eu tamén terei que subir", fue su respuesta. 
No tardaría en volver a verle la cara, ni de anunciarle, en una llamada previa a su llegada al lugar de la devastación, la gravedad de una evolución que se acabó confirmando negra para los vecinos de San Cristovo.
Las primeras imágenes las capto en la carretera que comunica Medeiros con la anterior localidad, poco antes de una granja de cerdos que horas más tarde sería el principal foco de la preocupación de los efectivos de extinción
Allí, una de nuestras fieles seguidoras, y oriunda del lugar, muestra su más absoluta repulsa e indignación a lo que ya todos estábamos presagiando. Sin consumir mucho más tiempo, dirijo mi voluntad y mi par de móviles al foco de la noticia y de las llamas, el monte entre San Millao y San Cristovo, muy próximo al comienzo del segundo de los núcleos. 

Llamas a pocos metros de San Cristovo, en uno de los flancos de la localidad. | FOTO: Noelia Caseiro.Un brigadista observa las llamas que avanzan sin contemplación hacia el pueblo. | FOTO: Noelia Caseiro. 

La primera de las instantáneas no pudo ser cuando uno quiso. María del Carmen, la propietaria de la vivienda del número 32 -la que más peligró con muchísima diferencia-, nerviosa y angustiada quizás porque intuía la catástrofe, me pidió a voz en grito que retirase el vehículo de las inmediaciones de su casa. Me obligó a saltar el muro en el que ya me hallaba para el mejor de los vídeos. A poco más de 50 metros, mientras cambiaba el vehículo de ubicación, comenzaban sus familiares a retirar enseres de la propiedad, entre otros, la botella de butano que me precedió en el trayecto hasta el pequeño parque infantil de enfrente

"Agente, no tenemos ninguna motobomba disponible"


Regresé al primero de los puntos y la histeria por el terror que galopaba en forma de voraz lengua incandescente era ya masticable. María del Carmen Rodríguez -la que verán en uno de nuestros vídeos mucho más serena- rogaba a los agentes de la Guardia Civil que reclamasen con urgencia una motobomba. Servidor, en lo alto del muro perimetral de la vivienda de María, y con el fuego a metros, escuchó con claridad como uno de los miembros de la brigada le respondía con un contundente "no tenemos ninguna disponible en este momento". El guardia, incrédulo, comprobó la posición de algunos de su compañeros; se giró al fuego y comenzó a pedir cortesmente que abandonásemos las inmediaciones de esa vivienda. 
Nos desplazamos al mencionado parque infantil a poco más de 100 metros del perímetro de la casa de María del Carmen. En la nueva ubicación, y con el móvil en mano para uno de los directos, pude comprobar como el fuego ya no entendía de contemplaciones. Para pequeña muestra, el vídeo que a continuación acompaño y que acabaría rodando por algún informativo de una cadena nacional e, incluso -sin el más mínimo respeto por la propiedad intelectual-, en el algún tweet reproducido por un diario ourensano nada exclusivo

Para pequeña muestra, el vídeo que a continuación acompaño y que acabaría rodando por algún informativo de una cadena nacional e, incluso -sin el más mínimo respeto por la propiedad intelectual-, en el algún tweet reproducido por un diario ourensano nada exclusivo

Las carreras de vehículos, agentes forestales, brigadistas, guardias civiles y hasta de la propia, pobre y desesperada María del Carmen colocaron el barómetro de la angustia a punto de reventar. Una intensa e inmensa humareda, únicamente desdibujada por las llamaradas, rodeaba ese número 32. Podría intentar describirles el rictus de su propietaria, pero no lo conseguiría. Calle abajo salimos todos, la que menos llevaba, nuestra protagonista: sólo su bolso y un indescriptible manojo de nervios al ver que su vivienda podría convertirse en la historia viva de la destrucción fruto de un -no cabe mucha duda- intencionado fuego con los cuarenta grados a la vuelta de la esquina a mediodía y un viento fuerte y variable. 
La media hora siguiente fue, entre otros, un momento de brutal incertidumbre. María Rosa González, una de las edilas de la Corporación de Monterrei, no podía contener las lágrimas mientras le suplicaba a uno de los agentes de la Guardia Civil que le dejase acceder a su vivienda, una de las situadas en lo alto del pueblo y que tuvo a las llamas en su cierre perimetral -después de carbonizar la viña contigua-.
Nadie sabía muy bien lo que ocurría porque la visión era imposible y el humo no dejaba ni respirar ni, mucho menos, avanzar. Muchos fueron los vecinos que arriesgaron su integridad para salvar las viviendas, propias y ajenas. Sus armas, las de los más adinerados, cisternas agrícolas cargadas de agua. Las de los menos, cubos de plástico o mangueras que se derretían con el insoportable calor. 

Lo que pudo haber sido


Nadie de los protagonistas anticiparían, a eso de las 17:15 horas, que los daños serían los que finalmente resultaron ser. A María del Carmen se le quemó el jardín, toda la leña almacenada detrás de la vivienda, además de muchos de los cultivos de las inmediaciones. Peligró su garaje y un cobertizo en el que, entre otros enseres, estaba ubicado un depósito de gasóleo. A pocos metros, Antonia (no quiere facilitar su apellido) tuvo en su vecino Gonzalo (hijo de María del Carmen) al salvador de su casa. La propietaria se había desplazado a Verín a una consulta médica y fue el vástago de la anterior, sin camiseta y con un brazo escayolado, el que saltó la verja y acabó sofocando el incendio que ya consumía las persianas del edificio
Podríamos seguir relatando uno a uno los casos de la angustiosa desesperación vivida, como el de Lucita Novoa, que salvó in extremis que las llamas alcanzasen el patio de su casa o el de un jubilado que mantenía en un cobertizo cercano a la entrada del pueblo a una veintena de ovejas que no consiguieron sobrevivir a la intensidad del humo. 

Repasito al conselleiro por la falta de medios

Fue esa rabia la que llevó a nuestra protagonista, María del Carmen Rodríguez, a salir al encuentro del mismísimo conselleiro en mitad de la vía de circunvalación de San Cristovo. Estaban las cámara de la TVG, puede que lleguen a verlo en sus informativos. Si no es el caso, disponen abajo del vídeo del momento. Quizás intentaba obtener una explicación sincera de por qué su vivienda se vio sola frente a las llamas y los medios de extinción aéreos y terrestres -motobombas- no intentaron auxiliarla en los, seguros, momentos más dramáticos de los que haya podido presenciar en toda su vida.

 
Quien suscribe intenta obtener también otra, o un par de ellas. En el fuego de A Salgueira, cuando las llamas acechaban a la localidad a eso de las 17:00 horas, todavía no estaba ni solicitada la declaración de Situación 2. Acabó decretándose pasadas las 22:40 horas de ese mismo día. En el de San Cristovo, algo más de lo mismo. Llega la alerta del nuevo estado de emergencia cuando ya los vecinos de la localidad habían superado lo peor, que no su angustia, con la que seguro todavía aún viven. 
Lo del debate de los desbroces previos competencia municipal bien puede quedar para las tertulias del café de las diez o de las tres. En este miércoles 29 de julio, hasta los más agnósticos vieron en San Cristovo a un patrón de los transportistas abogado también en otras lides, porque solamente un milagro explica lo que no llegó a ocurrir en esa devastada aldea. 
 

Una tarde en el infierno