viernes. 19.04.2024
Medio millar de intrépidos perecen -figuradamente- descuartizados por una docena de motosierras a la salida del sendero del terror

Masacre a medianoche en Arcucelos

Arcucelos -el colectivo organizador y la complicidad de todas sus gentes- no defraudó, y lleva seis años sin hacerlo. Medio millar de valientes, algunos sesentones, respondieron otra vez más a la llamada del terror y a media hora de sobresaltos continuos. "Arcucelos Fantasma" transformó parte de la aldea en un más que envidiable y terrorífico escenario
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En esa esquina terminaba la paz de la plácida noche y se abría, a la derecha, el sendero del miedo.

Nadie, nadie de los que en la madrugada de este domingo se acercaron al fantasmagórico pueblo de Arcucelos, en Laza, habrá salido de él igual que entró. Después del trabajado recorrido, una vez enfocada de nuevo la pequeña plaza del punto de salida, recorrer la travesía de acceso al kilómetro cero del terror local en sentido inverso en busca de tu automóvil, llevaba aparejada una notable carga de acojone que cualquier berza que se mecía por capricho de Eolo en alguno de los huertos contiguos se convertía en un terrorífico personaje en potencia

IMG_4340Así estaba la plaza poco antes de iniciar el recorrido el primero de los grupos.

Frases como "ai, miña naiciña, que mal o pasei", un "veño todo mexado" de un varón sesentón o, la más explícita de todas, "paseino moi, moi, moi, moi mal pero moi ben"; definen a la perfección la inmediata sensación posterior al trayecto preparado por Arcucelos Fantasma -el colectivo organizador-, de poco más de media hora de susto superlativo. 

IMG_4331Este esqueleto daba la bienvenida a los visitantes "miccionando" en el estanque. 

Desde las cinco de la tarde se habían apostado los primeros intrépidos en la línea de salida para recoger su entrada. Dos horas antes del inicio, la carretera OU-113 Verín-Laza daba una ligera pista del éxito de la ya sexta convocatoria. En lo alto de la aldea, no eran pocos los que esperaban el momento del photocall inicial en el logrado muro de pega, puerta de entrada al serpenteo del terror.

10 sillas nada más acceder al interior nos esperaban. Tres maquiavélicos payasos recordaban las normas: nada de objetos valiosos por si se extravían, ninguna foto o vídeo, y mucho ojo a la frecuencia cardiaca, por si una lesión anterior impidiese completar el recorrido con garantías. 

Una vez convencidos de que ya no había vuelta atrás, comienza el espectáculo, seguro uno -el que suscribe- que no habría "bichejo ultratúmbico" capaz de arrancarle un solo alarido de temor. De frente, avanzan los primeros seres en dirección contraria, harapientos y oportunamente desfigurados. Todo previsible, la verdad... hasta que seis o siete retoños diabólicos más metidos en el papel que el propio Chucky, vestiditos de blanco, con sus melenas estropajosas y moviendo la cabeza más poseídos que el propio personaje que los inspiró, te dejan muy claro, con un pequeño pellizco en la espalda sin esperarlo, que ninguno de los cien actores para la ocasión que protagonizan el sendero están de coña. 

terror2Los niños, figurantes como el que más, tuvieron una terrorífica y participativa actuación. 

Seguimos el recorrido presenciando el parto de la madre del diablo, que poco después de un sonoro fogonazo entrará en el cuerpo de una de las integrantes del grupo -solamente a ella se le ocurre ofrecerse voluntaria a ocupar el cadavérico trono de Lucifer para tal fin-. Con la compañera poseída, quizás todo fuese más fácil, llevando a uno de ellos entre nosotros -a mí, particularmente, solo me daba seguridad contar con la primera autoridad del vecino concello de Castrelo do Val al lado, Vicente Gómez García-.

terror1Esta mujer parió al mismísimo diablo ayer noche, en Arcucelos.

No había momento para una mayor congoja, porque ésta iba al límite. No dejaban de aparecer extrañas criaturas de los lugares más insospechados -las viejas casas de la aldea cumplían a la perfección el papel de tétrico escenario-. Pero, como en todo film de terror que se precie, minuto que transcurría, sesenta segundos en los que, en alguno de ellos preferentemente ellas -las del grupo-, soltaban un grito descarnado que atemorizaba casi tanto como la oferta de Arcucelos Fantasma.

IMG_4332Entrañable criatura la del balcón sobre el bar móvil instalado.

Abandonado el núcleo rural camino de la montaña, todo parecía volver a la serenidad en una noche plácidamente templada. Pues... ¡tampoco! Un trabajado túnel metálico alertaba de la posibilidad de morir electrocutado, o también del susto de alguno de los figurantes que tras el y sin esperarlo hacían sonar un destornillador por la tela de acero que lo formaba. Una vez más, y en eso punto más destacados, la ambientación musical y del resto de efectos sonoros y especiales inimaginables cobraban de nuevo un protagonismo que nunca atrás habían perdido: luces rojas, o verdes... sonidos guturales y un envolvente humo blanco llegaban a impedirte el más mínimo de los avances. Recorrido que no podía alterarse ni interrumpirse porque aún quedaban otras doscientas almas pendientes de purga esperando por entrar -la noche se cerró con el acotado número de medio millar de asistentes-.

Senderos "currados", escaleras de madera iluminadas, y hasta un espectacular pórtico de entrada a un poblado camposanto local con ataúdes reales pendientes aún de ser soterrados, que destapan su cubierta al paso del grupo de manera más que imprevisible -¡alarido al canto, de nuevo!-, seguían incrementando las pulsaciones camino ya, afortunadamente, del tramo final. Habíamos sobrevivido todos -no al sobresalto- y, solamente la advertencia del guía que precedía al grupo, logró atenuar la gran traca final: la carnicería. En una completa oscuridad, e incorporándose desde las viejas y abandonadas viviendas del último de los callejones del recorrido, diez o doce motosierras iluminadas -era lo único que lograbas ver, aunque el más que real sonido de los acelerones y el inconfundible olor a gasolina las identificaba a la perfección- hicieron figuradas trizas a los integrantes para mayor bochorno del carnicero de Rostov, que al lado de todos los actores de ayer noche no hubiese superado el grado de aprendiz en su especialidad, la de cepillarse y posteriormente desmembrar a congéneres del barrio.

IMG_4341Solamente una dolencia cardiaca impedía acceder al recinto, la edad, a juzgar por la imagen, no. 

El sofoco final fue tal, que el último de los cándidos seres avistados en lo alto de un muro antes de la despedida, no hacía si no más que sulfatar tranquilizante agua fresca para rebajar canguelo, pulsaciones y temperatura. 

Solo la admiración y el reconocimiento a una lograda iniciativa digna de "Óscar" en Sitges, está por encima de los intensísimos 30 minutos de un contagioso y permanente trance, el de las criaturas, y el de quien concluye

Momento de la "apertura de puertas" al terrorífico recorrido. 

Masacre a medianoche en Arcucelos