viernes. 19.04.2024

1.000: la barbarie que no cesa

atienza
Empleados de la funeraria transportan el cadáver de Ika Hoffmann, una mujer de 59 años de nacionalidad alemana, asesinada el pasado domingo a manos de su pareja, que le clavó un cuchillo en el tórax y el abdomen en la Colònia de Sant Jordi, en el municipio mallorquín de Ses Salines. | FOTO: EFE/Atienza.

Ana Lucía Silva. Ese era el nombre de la mujer asesinada por Violencia de Género número 1.000 desde que empezaron a contabilizarse estas muertes, en el año 2003, en España.

Fue el 14 de junio, en Córdoba. Un minuto de silencio, multitud de manifestaciones, actos de condena varios, comunicados y ya… No tuvimos que esperar mucho para que el contador volviese a girar, tan sólo unos días más. 1.001, 1.002, 1.003, 1.004, 1.005, 1.006…

Cuarenta y cuatro mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas en lo que va de año. Siete más, ¡siete!, que en el mismo periodo del año anterior, según el balance de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, actualizado a 23 de septiembre.

1.019 en total, y sabemos que no están todas. Treinta y tres menores se han quedado huérfanos y dos niños fueron asesinados por sus padres. Crueles asesinos y auténticos terroristas domésticos.

ETA mató a 854 personas durante los cincuenta años en los que sembró el terror en nuestro país. El machismo lleva más de 1.000, en dieciséis.

ETA mató a 854 personas durante los cincuenta años en los que sembró el terror en nuestro país. El machismo lleva más de 1.000, en dieciséis.

Escribo este artículo todavía sobrecogida, conteniendo las lágrimas, —que al final resbalan mientras tecleo— la rabia y la impotencia por el triple feminicidio perpetrado en Valga, Pontevedra, el pasado día 16. Dos criaturas que jamás podrán olvidar el horror de ver cómo su padre acababa con la vida de su madre, su tía y su abuela. Sandra, Alba y María Elena. No hubo que esperar mucho más para que otra barbarie similar ocupase las portadas de los diarios. Tan sólo 24 horas después, otro maltratador terminaba con la vida de su ex pareja, delante de sus hijas, en Madrid. Tenía una orden de alejamiento. Dio igual. La mató. Otro minuto de silencio. Otra manifestación…

La semana terminó el domingo 22, con otra víctima, Ika Hoffmann. Cinco mujeres asesinadas en una semana.

Algo estamos haciendo mal. ¿Hasta cuándo vamos a poder seguir soportándolo? ¿Hasta cuándo nuestras hijas e hijos van a tener que crecer contemplando como sus padres maltratan y, en los casos más graves, terminan con la vida de sus madres? ¿Hasta cuándo?

El viernes 20 de septiembre, en una de las semanas más negras y sangrientas, sí, sangrienta, hay que decirlo así, las calles se llenaron de luces violetas por la alerta feminista en la que nos encontramos. Cinco mujeres en siete días.

valenciaLa ciudad de València se tiñó el viernes 20 de septiembre de luz violeta para exigir que se pare la "barbarie" de la violencia machista y reclamar soluciones urgentes ante la "emergencia feminista" que se vive en España, al considerar que las últimas cifras muestran que "algo está fallando". | FOTO: EFE/Kai Försterling.

Queremos y exigimos que se garanticen los medios más adecuados para sensibilizar, concienciar y visibilizar la violencia machista como un problema público, que atenta contra el sistema de valores establecido y contra los derechos fundamentales de las mujeres. Porque es lo que es. Un problema público. Cinco mujeres en siete díasNos matan, nos asesinan por ser mujer. Así de claro. Y así de alto. Punto. 

Barrer y esconder la mierda debajo de la alfombra no es la solución. Un minuto de silencio tampoco. Cinco mujeres en siete días

Negarlo, por mucho que algunos y algunas sigan empeñados y empeñadas en hacerlo, equiparándola con el resto de violencias y pretendiendo dar pasos atrás derogando la actual Ley de Violencia de Género, es inútil, no hará que desaparezca. Barrer y esconder la mierda debajo de la alfombra no es la solución. Un minuto de silencio tampoco. Cinco mujeres en siete días.

1.000 no es sólo un número. 1.000 es la vergüenza de una sociedad enferma. 1.000 es el recuerdo de que seguimos viviendo en la Edad de Piedra, dónde las mujeres éramos una posesión y los Cromañones nos arrastraban al interior de las cuevas

1.000 no es sólo un número. 1.000 es la vergüenza de una sociedad enferma. 1.000 es el recuerdo de que seguimos viviendo en la Edad de Piedra, dónde las mujeres éramos una posesión y los Cromañones nos arrastraban al interior de las cuevas. 1.000 es asistir a protestas y entierros. 1.000 es escuchar cómo algunos nos utilizan políticamente, ninguneando e invisibilizando esta realidad.

Muchas veces asisto con estupor al discurso trasnochado del machoman de turno en el que negando la mayor, me tacha/nos tacha de feminazis y exageradas. Pero ese estupor va en aumento cuando quien lo dice es una mujer. No me acostumbro. Me produce muchísimo dolor y vergüenza.

Hace unos días, en una reunión de fin de semana una de mis amigas decía que a las chicas de hoy en día les gustan “los malotes”.

     —¡Que sí! ¡Que les va la caña, mujer!

Otra me decía que ella no era feminista, que nunca se había sentido discriminada y que eso del techo de cristal y la brecha salarial era un rollo. Esta mujer tiene dos hijas.  

Otro de mis amigos comentaba que le parecía fatal que a un conocido tenor español se le tratase de acosador y se le suspendiesen las galas si todavía no había sido juzgado. Que si esos abusos eran ciertos, ellas también se habían aprovechado de él para trepar y a qué venía contarlo ahora.   

La idea del amor romántico sigue haciendo mucho daño. El amor es otra cosa. El amor no duele. El amor no encierra.

Jóvenes con las que hablo, cuando doy charlas sobre Violencia de Género, te cuentan que para ellas los celos son una demostración de que las quieren. Les dan las claves de sus teléfonos móviles, se visten según sus deseos y tienen relaciones sin protección para que “no duden de su amor”. Terrible. La idea del amor romántico sigue haciendo mucho daño. El amor es otra cosa. El amor no duele. El amor no encierra.

1.000 no es sólo un número. No es sólo un nombre en una lápida. Es una vida. La vida de una mujer como tú y como yo. Que vivió, que sintió y que un día se cruzó con la persona equivocada.

Ayer fue por mí. También es por ti y por las que vendrán.

Hoy es por ellas, que ya no están: Rebeca Alexandra, Leonor, Romina, Rebeca, Rosa, Kelly, Rosa Mª, Daría, Sheyla, Estrella, Gloria, María Jesús, María, María Soledad, Nelea, María, Irene, Silvia, Juana, Lourdes, Lilium, Piedad, Manuela, Beatriz, Ana Lucía, Mónica, Piedad, Mónika, María Asunción, María Elena, Susana, María Carmen, Rita, Eva, María Jesús, María Josefa, Nicole, María del Pilar, Dolores, Sandra, Alba, María Elena, Ika(Estos son los nombres de las mujeres asesinadas en 2019 por Violencia de Género en España).

1.000: la barbarie que no cesa
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