viernes. 19.04.2024
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Cautivo y desarmado el ejército musulmán, han alcanzado las tropas de la Merced, sus últimos objetivos: el castillo de A Saínza. | FOTO: LUIS VELOSO.

Todos los que me conocen, e incluso aquellos que no lo hacen pero en algún momento se han tropezado con algunos de mis textos, sabrán que ni soy santo, ni de mucha devoción, al menos de las declaradas. Sin embargo, sí mantengo mi firme propósito, años atrás encomendado a mi espíritu, de no perderme -salvo causa de fuerza mayor- el grande día de la romería de A Saínza por un incontable conjunto de motivos. 
También es muy cierto, y no debo engañarles, queridos lectores, que este es ya el quinto de los años que a golpe de tarde de domingo me pongo al frente de tan difícil encomienda. Parafraseando al dicho, tan bien traído por el alcalde de Ourense en el día de su investidura -aquel de que no hay quinto malo-, me siento al teclado de mi viejo compañero con el sentido de la responsabilidad en el límite y un alto grado de congoja a la altura de la nuez. Superarse sería de nota, sobre todo tras la presión que supone saberse esperado, y que no dejaron de introducir casi en vena muchos de los que por el camino de esta mañana me encontré.
Ni el copón del Baileys de sobremesa estaba ayudando a lograr el hilo conductor. Un par de llamadas para refrendar una hipotética línea tampoco fueron suficientes. Ni tan siquiera saber que competiría mañana en el ruedo de los medios con una antaño compañera elevaba el interés. 
Me temí lo peor, y lo innombrable para alguien que goza al escribir es haber perdido el interés por comunicar al no hallar exposición razonable con la que arrancar una sonrisa. 
Tanto es así, que -bendita sea la hora-, decidí contactar con el oficiante religioso de los últimos años vía messenger y a la hora del café. "Hoola, hoxe defraudou", le espeté arrogante. "Ola, e eso?", incrédulo él. "Pensei que ía incendiar", repliqué sabedor de que no solamente su homilía había resultado corta, sino también coincidente con la de ediciones anteriores... "É que sempre me tocan estes evanxeos, jajaja"...

En ese momento, creí creer menos y gran parte de la devoción que a la Saínza me arrastraba, cayó hasta la altura de la suela del mocasín. ¡El mito!, ¡mi mito!, el irreverente, incontestable e irredento cura "rojo", ¡no solo no era tal, sino que era un simple replicante de la lectura de turno!


En ese momento, creí creer menos y gran parte de la devoción que hasta la Saínza me arrastraba cayó hasta la altura de la suela del mocasín. ¡El mito!, ¡mi mito!, el irreverente, incontestable e irredento cura "rojo", ¡no solo no era tal, sino que era un simple replicante de la lectura de turno! Y, ¿yo?, amigo Antonio, como el resto de los presentes este mediodía, asintiendo un año más con la cabeza a cada una de sus hirientes y castigadoras máximas: "Vivimos nun sistema económico salvaxe e cruel, onde preferimos rescatar bancos que rescatar inmigrantes, onde ser rico é o noso primeiro obxectivo sen pararnos a pensar se con el estamos a construír un mundo máis inxusto... " . Y venga, que esto se anima también hoy, pensaba para mis adentros. "As crisis?, as crisis deberían servir para facer persoas máis xustas e non máis ricas...", continuó, para terminar, crédulo de mí, como lo hizo, con otro de sus autores favoritos, Paulo Coelho: "No midas tu riqueza por el dinero que tienes, mide tu riqueza por aquellas cosas que no cambiarías por dinero".

HABLABA EL PROFETA AMÓS, Y NO ÉL
Y, sin embargo, ¡todo estaba escrito! Su homilía, y el evangelio de turno... por eso este buen hombre de gafa oscura e invitado de honor del titular de la parroquia Emilio Casal, año tras año, incidía en la injusticia social como leitmotiv de su discurso dominical previo a la ¿cruenta? batalla entre impíos y cristianos. 
La única razón por la que quien suscribe madrugaba lo indecible un domingo de Saínza era para sumar más fe en el convencimiento de la contestación social que predicaba Fernández Blanco... y resulta que no era él quien hablaba, sino el profeta Amós el que invitaba por boca del cura sin parroquia -¡qué osadía!- a denunciar la deshonestidad de los políticos, la corrupción de los jueces, el autoritarismo de los funcionarios, la explotación de los ricos, la violencia de los poderosos o la hipocresía de muchos religiosos, como en algún momento de las misas previas a la de las 13 horas así hizo esta mañana.
Pues bien, caído el mito, quedaría para el resto de la crónica lo acontecido más allá del oficio religioso. Pero, ¿realmente quieren que se lo cuente?, o ¿prefieren aguardar a mejores ediciones para no comprobar, por medio de este relatante, lo empobrecida que año tras año advierte en su día tan populosa celebración?

sainzapedropabloEn el parlamento, los jefes de ambos bandos, cual Pedro y Pablo intentando llegar a un acuerdo que nunca llegaría. |FOTO: LUIS VELOSO.

LA OTRA CRÓNICA
Sí, querida alcaldesa -por cierto, muy conjuntada para cualquier próximo mitin de las generales, respetando el color de su formación política en su traje de chaqueta y pantalón-, la fiesta decae, quizás por la escasa comunión entre Iglesia e institución pública. A la Virgen de la Merced la acompañaban más jinetes a caballo -algunos en curtido pantalón vaquero- que fieles a pie. Todavía recuerdo la ejemplaridad de la Banda de Gaitas de la Deputación de Ourense llenando el improvisado altar en un palco que mira a la lontananza y no al público que se concentra en el lateral derecho. Este año, escasa aportación musical de los Gaiteiros de Rairiz, con una indumentaria que no todos sus integrantes respetaban, y que fue aprovechada para exponer algún que otro reclamo publicitario.
La megafonía, y la dicción de los oficiantes de la batalla, mejorable, vale que a un servidor, cinco años muy cerca de los cañones, le han valido para conocerse a pie juntillas gran parte de los diálogos de los intervinientes. 
Certeros estaban los artefactos bélicos de los musulmanes, hasta el punto de que gran parte de sus disparos tuvieron por objetivo -en un par de ocasiones-, a un hombre de paz, "Pepe", el fotógrafo. 
Otros llegaron a intimidar al propio palco de las autoridades e, incluso, a la "más blanca" muy cerca de los anteriores. 

sainzacañónsLos lugareños festejaron la victoria cristiana con fuegos de artificio y de colores. | FOTO: LUIS VELOSO.

Al tiempo que la voz en off relataba un combate frenético -"como posesos", decía-, varios de los guerreros, en el centro de la batalla, se desternillaban de risa en el fragor de la lucha. 

Y solamente el estruendoso y visual espectáculo de fuegos artificiales a plena luz del día logró sacar a gran parte de los asistentes del tedio en el que se había convertido la representación

Y solamente el estruendoso y visual espectáculo de fuegos artificiales -¡a plena luz del día!- logró sacar a gran parte de los asistentes del tedio en el que se había convertido la representación.
Los impíos caen, "los infieles rumís" se hacen de nuevo con el castillo y la escenificación concluye con la veneración de la "más blanca": "Gracias infinitas os damos, Virgen Santísima, por el señalado triunfo y la sin igual merced que acabáis de concedernos".

sainzavirgenLa venerada virgen del lugar, la de la Merced, esperando a que le presenten a los cautivos impíos. | FOTO: LUIS VELOSO.

No tardarán en casi interrumpir los fuegos de colores el discurso alabatorio del capitán cristiano. Luego, la otra procesión pero en sentido inverso, la del vermouth camino del campo de la fiesta y/o, en el mejor de los casos, de las frondosas "carballeiras". Horas después, habrá pasado el día...

Los cristianos de A Saínza tumban a los impíos y al mito del cura "rojo"