martes. 16.04.2024

REPORTAJE | En 2005, una firma de refresco azucarado con gas nos descubrió a uno de los muchos seres "imprevisibles" que pueblan este globo: Justo Gallego y "su" catedral en Mejorada del Campo. Una de las frases más repetidas en ése y en los spots siguientes fue, precisamente, ésa, la de "el ser humano es imprevisible", o lo equivalente a "como dicen en mi tierra -apunta Andrés Carmona, extremeño de Cáceres y residente en Oímbra-, cada uno hace el tonto a su manera".

El cacereño, de 84 años y olimbriguense de adopción en virtud de su libro de familia tras el matrimonio con una gallega, lleva casi un cuarto de siglo coleccionando gorras. Aunque inicialmente el garaje anexo a su vivienda tenía el primigéneo fin de albergar un par de automóviles, se ha convertido en un verdadero museo de coleccionista con cerca de 1.800 unidades perfectamente colocadas, aunque no inventariadas: "Pronto tendré que empezar a registrarlas, aunque te puedo asegurar que no tengo ninguna repetida". 

No hay viaje, incluso en los desplazamientos más cercanos, en el que no se sume a la colección alguna que otra. Hasta los hijos del matrimonio secundan la pasión del padre y aportan, de manera regular, nuevas unidades.

En esos lunes del Entroido local en el que las bodegas de la localidad se abren para degustar viandas y buen vino, el garaje de Andrés lo hace para exhibir esa borrachera de color que provocan sus gorras. Las más codiciadas por los curiosos, además del tricornio y de algunas de varios cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, una llegada desde Estambul (Turquía), aunque es la oficial del Real Madrid la insustituible para su tenedor.

Este particular museo en Oímbra no tiene horario, basta tocar el timbre y aguardar a Carmona Rostro abra, si está. Eso sí, condición casi imprescindible, aparecer por la puerta con alguna gorra como obsequio.

El "imprevisible" coleccionista de gorras de Oímbra